Mucho se dice en los procesos electorales: que hay votos comprados o que el software necesita ser objeto de auditoria, y sin que lo anterior no sea en alguna medida cierto, las miradas “considero yo” están puestas en el lugar equivocado. Ni siquiera son los E-14 (Acta de escrutinio) con sus respectivas colillas, porque estas últimas transmiten el pecado ya cometido “sí existió” y en donde se han plasmados evidentes e infructuosos intentos de fraude electoral. El problema no es ahí y nunca ha sido ni el software ni las colillas del E-14 (transmisión, delegados y claveros), dado que ellos simplemente son el sumario del fraude cometido, pues en la jornada de escrutinio se vislumbrará si hubo o no alteración de los mismos.
Por tanto, basarse en las colillas en sí mismas no es un factor determinante. Como bien dice un dicho popular, “el diablo reside en los detalles”, y si no detallamos bien el proceso electoral, esto puede seguir ocurriendo. ¿Cuál será el detalle aquí? Pues bien, todos conocemos que el proceso electoral colombiano empieza a las 8:00 a. m. y termina a las 4:00 p. m. en punto, sabemos que después de dicha jornada suena ya sea un timbre, pito o cualquier instrumento que signifique la terminación del proceso electoral y, por tanto, nadie puede poner un voto más. Posteriormente, lo que sigue es el conteo de votos por parte de los jurados, con la “atenta vigilancia” del ministerio público y de los testigos electorales E-15. Se hace el conteo rutinario de los votos, se determina según la norma qué votos son nulos y qué votos son válidos, y si hay más votos que votantes se procede aleatoriamente a quemar el/los votos adicionales.
El asunto real es saber quiénes son los jurados de votación y determinar las formas en como fueron elegidos. Sin ánimos de satanizar sus funciones, hay que destacar que poseen gran capacidad para determinar un resultado, no alterando un E-14 en donde sencillamente se comprueba con los votos, sino con la “creación de votos”. Pero ¿cómo sucede esto? Simple, si en una mesa de votación ponen jurados corruptos, estos pueden ponerse de acuerdo y llenar el formulario E-10 (lista de sufragantes), el siguiente jurado puede ir completando el E-11 con la información del número de página y orden de la misma para efectuar el registro correspondiente y sin que nadie se entere dentro de lo evidente que pudiese resultar, permitir que un votante, sin que tenga la cédula correspondiente, haga uso de un listado de una persona que existe, pero que no fue a votar; es decir, favorecerse de la abstención.
Y es totalmente plausible que suceda, puesto que las estadísticas muestran un abstencionismo del 47 % y algunos lugares de Colombia hasta del 75 %, así que es sencillo concluir que si se ponen de acuerdo los jurados electorales en permitir la suplantación, los votos se van a ver reflejados sin ningún problema, porque aparte de ellos, ¿quién puede decir que X persona votó o no votó genuinamente? Podría argumentarse que con la implementación de la biometría como estrategia para filtrar los puestos de votación y asegurar de esta manera que las personas inscritas en los puestos de votación corresponda con aquellos que ingresan, pero resulta que estos puestos biométricos en su gran mayoría no se implementan, y cuando se hace, resulta ineficiente, dado que no están al ciento por ciento de su funcionamiento.
Para enfrentar esta situación y tener un proceso electoral limpio, deben fortalecerse varios frentes: una implementación de un puesto de biometría realmente eficiente que sirva para filtrar personas que no le corresponda ese puesto de votación, contar con una cobertura de internet de calidad, anticipándose a las características de las instalaciones de los puestos de votación, contar del mismo modo con personal altamente comprometido y capacitado para fungir como testigo electoral, contar con masiva participación del MOE, y que los funcionarios públicos que representan la mesa de justicia (Ministerio Público y Fiscalía) realmente sea comprometida con el proceso electoral.