Populismo* era una palabra originalmente neutra, que con el tiempo se fue cargando de connotaciones emocionales y valorativas hasta convertirse en un arma en el debate político. Expresión que caracteriza a movimientos cuyo objetivo es adueñarse del poder, pero, a diferencia de cualquiera de los otros, con la intención de cambiar las reglas del juego para ejercerlo totalitariamente e indefinidamente. Y cuyo método de inflamar los ánimos de la sociedad y hacer quebrar las instituciones democráticas, demuestra que estas no son inmunes a ataques que las socavan y destruyen desde dentro.
Ataques tales como a instituciones tan antiguas como las estadounidenses, en las que la mayoría de los ciudadanos pensaban, hasta el presente período presidencial (enero 2017 a enero 2021), que el sólido sistema de controles y equilibrios o el predominio de la ley eran tan esenciales que ningún presidente que lo intentara subvertir podría lograrlo. Pero esa creencia hoy la refutan al menos tres hechos: el populismo tomó el control absoluto de unos de sus partidos (el republicano), mermó la independencia del Departamento de Justicia y ejerció una enorme presión sobre los funcionarios y las agencias gubernamentales.
Regímenes populistas contemporáneos, perfectamente compatibles con las dictaduras, que están intentando denodadamente aprovechar la oportunidad histórica brindada por la crisis, para cabalgar a lomos del populismo más descarnado. Que se desprenden por sí mismos de una evidente identificación estratégica y no ideológica, dentro del espectro izquierda-derecha, pretendiendo siempre atraer las clases populares. Con simplificación dicotómica que aparenta favorecer a los más débiles, donde el predominio de los planteamientos emocionales sobre los racionales y la movilización social, supuestamente son para equilibrar diferencias. Cuestionando las constituciones de los estados como ley suprema y definiendo así una serie de fenómenos políticos disímiles de "enfoques ideacionales", que siempre consideran una sociedad dividida básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos. Campos que agrupan a personajes autoritarios, proteccionistas, misóginos o xenófobos, juntando la ultraderecha con la izquierda, a gobiernos de tendencias de centro-izquierda con supremacistas blancos, grupos étnicos, neonazis o racistas, o a todo lo que se aparte o contribuya a la destrucción de la democracia.
Populistas que suelen estar mucho más tiempo en el poder que los que no lo son, y sus derrotas son raras, pero nunca rotundas. Por esa razón hay que ver en ellas una gran victoria en la guerra global contra este tipo de regímenes, actuando políticamente sobre las realidades estructurales que explican su éxito en el mundo, entre ellas la corrupción incurrida o tolerada por los principales partidos políticos, el estancamiento económico de la clase media, el auge de internet o el cambio cultural y demográfico. Realidades que sumadas al disgusto con la actuación de los propios gobiernos, requieren de acciones continuadas y a gran escala. Ya que los populistas siempre recalcan, que el pueblo es víctima de cualquier ajuste o reforma económica que se lleve a cabo, comparando la situación social actual con sus realidades y sus exageraciones. Incluso en aquellos casos en los que un mínimo conocimiento económico, muestra que los menos favorecidos son los claramente beneficiarios de las mismas.
Tendencia global que depende de si en los próximos cinco años se logra una recuperación económica, puesto que, si el mundo entra en una fuerte crisis, no hay duda de que los partidos extremistas tendrán más apoyo. Con intolerancia creciente, por ejemplo, por llevar a cabo un acto de libertad tan básico como expresar una opinión contraria, ya que dentro de un sistema populista no se puede cuestionar a los privilegiados así oculten la verdad, a menos que alguien quiera arriesgar su trabajo o ser vilipendiado en las redes sociales. Al ser este su terreno idóneo de crecimiento, y la principal característica de la cultura de la cancelación que abona el populismo totalitario.
Plan global contra el populismo, necesario para contribuir al entendimiento entre las personas, que debe perseguir ofrecer "una narrativa didáctica y conciliadora frente a los discursos del odio". Educando en la diversidad y siendo conscientes que "todos somos distintos y, a la vez, iguales", creando una comunidad de la generosidad basada en la suma de las fuerzas de todos. Lo que en estos tiempos de incertidumbre, en los que cuestionamos el futuro y en los que el sentido de lo colectivo es más importante que nunca, significa reenfocarse en las cosas que realmente importan. Entendiendo también que el análisis y la opinión solo se validan con el tiempo y que la historia se repite cuando se ignora.
Notas al texto. *Populismo es un término cuyo origen lo dio un movimiento ruso de finales del siglo XIX, llamado narodnismo (Narodnichestvo, народничество), derivado del lema "ir hacia el pueblo". Movimiento que obró como guía para los movimientos socialistas surgidos para reemplazar la monarquía, durante la segunda mitad del siglo XIX. Palabra del año 2016 para la Fundación del Español Urgente, escogida y promovida por la Agencia EFE y BBVA (Fundéu BBVA), elegida entre aquellos términos que habían marcado la actualidad informativa durante ese año y que además tenía interés desde el punto de vista lingüístico.