Una nueva y temerosa pandemia amenaza a los humanos. Tal vez el planeta está cansado que uno de sus hijos se haya convertido en una arrogante plaga y le está dando una lección para retornar al equilibrio, piensan algunos, o que los demás seres vivos cansados de esta misma plaga se han confabulado para atacarlo. Es su venganza, piensan otros.
Pero estas miradas del equilibrio en la naturaleza resultan triviales para quienes le apuntan a la rivalidad entre grupos humanos: Los gringos se lo inventaron y lo introdujeron a China para destruir su éxito económico. Pero ahora que los chinos respondieron exitosamente frente a la pandemia hay quienes sospechan al contrario, y fue un invento Chino para atacar a occidente y reinar en el planeta.
Sabemos que con la domesticación de plantas y animales vino la sedentarización -aldeas, pueblos, ciudades-, las primeras formas de esclavitud y división de clases, monoteísmos, propiedad privada, tecnología, comercio y diversas formas de organización social hasta llegar a nuestros días. También sabemos que de cada especie animal domesticada heredamos alguna enfermedad, y de este nuevo virus, algunos sospechan lo mismo.
Los confinamientos para no contaminar o contaminarse como el desacelere de la productividad arrojan altos niveles de descontaminación en el aire de las ciudades, las aguas de lagos, ríos y océanos. Confirma que los humanos somos agentes del cambio climático y que esta parada sirve para reflexionarnos como especie, opinan otros.
La amenaza de muerte ocupa todas las prioridades mientras florecen diferentes formas de paranoia. Expertos en enfermedades, médicos y enfermeras son apetecidos, mientras gobernantes son criticados por hacer muy poco o exagerar medidas preventivas. En tanto, el amarillismo de los medios de comunicación sigue cosechando dividendos.
En este virus depositan grandes expectativas ecologistas enemigos de la sobrepoblación, ya que para satisfacer las necesidades de toda la población mundial con el modelo de vida de país desarrollado, según sus datos, se necesitarían dos planetas como este. Pero teniendo en cuenta la proporción de posibles muertes, según los datos recopilados hasta ahora, si todos los actuales humanos contrajéramos el virus, las muertes no superarían el 5%, en su mayoría adultos mayores. Es una tasa muy baja como para disminuir a la mitad la población actual. Y quienes no mueran, crearan resistencia al virus como lo explica la teoría de la “inmunidad del rebaño” que decidieron aplicar parcialmente solo en Reino Unido.
En proporción con este virus, si miramos estadísticas, como ahora hacen los políticos para sembrar sus ideas, mueren más personas en accidentes de transito, por fumar cigarrillos, beber alcohol, por malaria, hambre y desnutrición. Pero la paranoia informativa asusta a la gente.
Quienes logran tomar distancia de la actual paranoia social siembran dudas sobre el temor a la muerte por este virus, que sí mata pero no tanto, a pesar de muertes y circunstancias magnificadas por gobiernos y medios de comunicación, quienes desde ya hace tiempo permutaron su perspectiva social por las ganancias. Nacer, crecer, reproducirse y morir fue el ciclo que nos enseñaron en la primaria. Pero con el paso del tiempo la enfermedad y la muerte se convirtieron en algo superable gracias a los magníficos avances tecno científicos de la medicina contemporánea. Sin duda, detectan, alivian y curan enfermedades, pero finalmente la inevitable muerte llega, así tengamos todo el dinero del mundo disponible para evitarla.
Hoy sabemos de diversos tipos de rituales, sepulturas, atavíos para el viaje, técnicas de momificación, búsquedas de la eterna juventud, ventas del alma al diablo, criopreservación y muchos mas intentos para evitar la muerte. ¿Cuántas tumbas y momias de Egipto y América precolombina fueron saqueadas y hurtadas violando tradiciones milenarias relacionadas con la vida y la muerte a nombre de eso que llaman ciencia, pero que si no eran ladrones de tesoros, buscaban en otras culturas respuestas a la muerte? Pero nada. Terminaron como curiosidades en museos. Ningún muerto regresa a contarnos su historia para mejorar el camino, a pesar que los monoteísmos contemporáneos predican promesas de reencarnación, vida después de la muerte, compensaciones, castigos y más cosas.
Alguien contó un día que la gente Dule de Kuna Yala lloran cuando nace un niño porque no se sabe como va a ser su transito por la vida, pero hacen fiesta cuando la muerte se lleva a alguien porque queda libre de incertidumbres.
Considerando la teoría de “La inmunidad del rebaño” y la baja tasa real de mortalidad del Covid-19, algunos escépticos piensan que lo que hay detrás de toda esta paranoia para volver a la normalidad es un jugoso negocio: vender vacunas. Hagan cuentas, tal vez solo el Reino Unido no será cliente.
Frente a la muerte lo único real es que todos estamos en la fila pero desconocemos el turno.