Si algo me queda muy claro es el hecho de que la única forma de cambiar el rumbo que lleva nuestro país es que todos nos empoderemos y seamos conscientes del poder que tenemos como ciudadanos.
Cada vez que evidenciamos los problemas relacionados con temas de seguridad, movilidad, educación, ambiente, oportunidades de empleo, informalidad y muchos etc, lo que suele escucharse es: “Eso es por culpa de esos políticos ladrones”.
Y sí, hay unos personajes que hacen mérito al rechazo que generan los politiqueros; pero también hay muchos otros tantos que realmente entienden que la política es el “arte de servir”, mas no el “arte de servirse”, que es en lo que incurren los politiqueros.
Esta pequeña pero muy significativa diferencia entre ser político y ser politiquero es sencillamente abismal para poder ver la luz al final del túnel que nos permita tener un país, un departamento, una ciudad, una comuna, un barrio o una cuadra en un entorno de desarrollo positivo; donde las instituciones sean fuertes, la justicia no sea solo para los de ruana; donde ser pillo no pague y cualquiera pueda competir en condiciones de igualdad por contratar con lo público; donde no haya que recurrir a la tutela para acceder a atención médica digna y no tengamos que seguir siendo víctimas indefensas de abusivos cobros de los bancos; donde no sigamos siendo testigos de hijos queriendo reemplazar a la mamá en la Cámara de Representantes como si fuese un derecho adquirido; donde pensar diferente al otro no signifique poner en riesgo la vida y no haya espacios para que el denominado “él” de Claudia Morales se pueda salir con la suya por creerse poderoso; donde la educación, la ciencia y la tecnología sean nuestros motores de desarrollo; donde hayan salarios con real capacidad adquisitiva, los empresarios no sean vistos como el enemigo a batir y la platica de los impuestos se vea correctamente invertida. En pocas palabras, donde podamos ver una Colombia maravillosa.
Son muchos los retos que tenemos en el plano local, departamental y nacional, razón por la cual debemos aunar esfuerzos y dar el paso para soñar con renovar verdaderamente el Congreso. No es cierto que todos los políticos sean iguales. No todos son políticos, muchos de los que así se presentan no son más que unos tétricos politiqueros inescrupulosos que hoy sonríen en sus fotos y videos de campaña para luego de ser elegidos, olvidarse de lo prometido.
Hay muchos valientes que deciden dar el paso y decir presente, hartos de ver que nuestro destino está en manos de esos politiqueros de turno, pero son víctimas del acoso, de la violencia verbal que reina en las redes sociales, de las descalificaciones infundadas en donde los reseñan como “otra rata más”, “otro que va es a robar”, “ese de dónde habrá salido”, para tan solo mencionar los calificativos medianamente decentes que se leen o escuchan en contra de estos ciudadanos que entienden el correcto sentido de la política.
Hay muchos valientes que deciden salir de la trinchera de la comodidad, pero ven que los ciudadanos en lugar de escuchar o respaldar sus propuestas los insultan y crucifican, ¿cómo vamos a lograr renovar el Congreso?, ¿cuándo tendremos un o una presidente que llegue sin apellidos de abolengo y que haga las cosas realmente bien?, ¿cuándo vamos a ver ese cambio? Como quien dice, ni rajan, ni prestan el hacha.
No pretendo colocar las manos al fuego por ningún candidato en particular, pero sí quiero desde esta tribuna invitar a la gente a darse la oportunidad de escuchar y conocer nuevas propuestas, y sobre todo que dejen de estar pensando que la política no es importante o que las decisiones que toman los políticos no nos afectan. El reto activo es informarse, validar, decidir y salir a votar masivamente en las próximas elecciones de marzo.
El vehículo más poderoso para el progreso de Colombia es el voto de cada ciudadano. En sus manos está que las cosas realmente empiecen a beneficiar a todos y no a los “dotores”, reyes o reinas que usan el tamal como moneda de cambio.
¿Quiere el cambio o le gusta cómo van las cosas?