Las preocupantes revelaciones del hijo de un expresidente sobre los castigos a los que eran sometidos él y su hermano reflejan la realidad del maltrato infantil en un país acosado por la violencia. Los abusos que evidencia esta conducta y las implicaciones psicológicas para el desarrollo cognitivo y su dignidad como ser humano han sido ampliamente estudiadas. El maltrato infantil desajusta las relaciones del futuro adulto, las de poder y los límites sociales.
El trato despiadado y negligente que se observa en esta práctica deriva en un potencial daño para la salud mental, generando lesiones emocionales indelebles, claramente expresadas cuando el entrevistado menciona como “anécdotas” de la relación con su padre el haber obligado a su hermano a tomar un vaso con su propio vomito; un impactante recuerdo que evidentemente ha permanecido durante toda la vida de esta persona.
Esta confidencia pone de manifiesto el maltrato infantil como una práctica en todas las esferas sociales, con graves consecuencias que pueden derivar en conductas sociopáticas, narcisistas, retraimiento social, falta de sensibilidad y empatía con otros, y distorsión de la ética, de no tratarse adecuadamente.
El maltrato infantil es causa de sufrimiento y estrés para los niños y otros miembros de la familia, y resulta en extremo grave cuando los victimarios son sus propios padres o cuidadores. Como consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas conductuales, y mentales.
La humillación, la intimidación y otras formas de maltrato psicológico infantil tienen las mismas consecuencias para el cerebro del niño que la violencia física y el abandono. Desde ansiedad a depresión, agresividad, falta de empatía, narcisismo y repetición de la conducta de abuso, que puede derivar en un patrón repetitivo que difícilmente podrá cambiar.
Entre los comportamientos que pueden considerarse maltrato psicológico infantil están las agresiones verbales, las exigencias sobredimensionadas, la ausencia de respuesta a las necesidades emocionales, entre ellas, obligar al niño a beber su propio vómito, una orden que supone desvalorizarle, humillarle y someterle a un profundo estrés y miedo.
De ninguna manera la agresión al menor debe asumirse como una forma de imponer disciplina, un comportamiento abusivo que nos permitimos en privado es altamente susceptible de replicarse en otras esferas de la vida en sociedad.
De ahí la necesidad señalar y reprobar estas conductas, de hacer un llamado a las instituciones para que asuman la responsabilidad de sancionar estas prácticas, el estatus social, la profesión, las condiciones propias del entorno, las situaciones de vida, no deben ser una justificación para maltratar a nuestros niños.
El país vive un grave fenómeno de violencia con diversas manifestaciones y víctimas, entre ellas los niños, los cuales por su inmadurez psicológica presentan variados efectos en el desarrollo cerebral y psicológico expresados en una variedad de patologías físicas y mentales en la edad adulta, por ejemplo, personalidades narcisistas, una imagen sobredimensionada de sí mismo, la sensación de considerarse especial, sensación de frustración al no conseguir lo que se quiere, agresividad, falta de empatía.
La confesión que hace el hijo del expresidente es gravísima en un país con unos índices de violencia tan altos como los nuestros y se vuelve transversal a todas las relaciones entre sujetos sociales.