Como en la vieja canción del oeste americano, aquí, en Colombia, también hay una réplica de esa versión, corregida y aumentada hasta el paroxismo de un tropicalismo enervante y ridículo. Se trata del Doctor Álvaro Uribe Vélez, caudillo por la gracia de Dios, que ahora funge como el vaquero más auténtico que existió.
Parece mentira, algo así como un sueño de pesadilla, pero la realidad es mucho más multifacética que la más desbordada imaginación. Quién iba a imaginar que “después de tanto soportar la angustia de sentir tu olvido”, volvería a protagonizar el personaje más importante en el escenario de la guerra.
Una guerra que estamos tratando de finiquitar con todas las dificultades del mundo, y que después de tantos intentos fracasados, podemos ahora a ver la luz al final del túnel, y, como en el verso de Marroquín, “es flaca sobre manera toda humana previsión, pues en más de una ocasión sale lo que no se espera”
El Doctor Álvaro Uribe, para mejor decir, el actor pecaminoso y calamitoso de este realite digno de la desmesura, que es la política en Colombia, asume, como ungido por los santos óleos, la defensa vociferante y anarquista de un desquiciado mental, tratando de sostener el cadáver insepulto de un país medioeval.
Asume la defensa de una sociedad del pasado con el pesado fardo de unos argumentos insostenibles en esta época moderna, si es que podemos llamar argumentos a ese costalado de mentiras con el cual quiere pescar incautos para los mercaderes de la guerra.
No me voy a estresar por el Sí o por el No. Ya tengo la edad suficiente para mirar de lejos la estupidez humana. Que hagan lo que les dé la gana. “Si todo vale menos el resto vale nada” El arte y el deporte, como siempre a la vanguardia, defendiendo una nacionalidad que no ha acabado de nacer, que apenas palpita en los dolores de un parto sangriento.
Que vengan victoriosos, dentro de tantas limitaciones, Caterine Ibargüen, de Apartadó; Mariana Pajón, de Medellín; y Oscar Figueroa, de Zaragoza; únicos referentes morales en esta sociedad podrida por una guerra inútil y depredadora. Que vengan a sembrar esperanza por la Paz de este país, carcomido por el odio, la corrupción y la desesperanza.