Un periodista francés, después de escuchar el estreno del vals Danubio azul, escribió: “Su música penetra en el espíritu y anima los pies”. Es innegable que quienes se acercan al tema lo asocian a Viena, y concretamente al imperio de los Habsburgo; sin embargo, su génesis está ligada a los ambientes rurales, al folklore del Tirol, y en general a la cultura alemana. El nombre se deriva de walzen que en alemán significa girar. Hay quienes le asignan la coreografía a la volte, danza francesa practicada desde el siglo XVI y veamos que de toda esta historia, lo relevante es la presencia del vals en los salones de las ciudades a partir del siglo XVIII, y especialmente en los sitios elegantes como pudieron ser los palacios. De todos los bailes llegó a ser el protagonista.
Reconocer que las salas suntuosas para grandes fiestas en las que se reflejaban parejas bailando vals han aparecido en el cine, la plástica y la literatura; es memorable un pasaje de la novela Las penas del joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe que nos muestra un cuadro digno de recordar:
“Se comenzó, y nos entretuvimos un rato en ejecutar diferentes pasos y figuras. ¡Qué gracia, qué agilidad en sus movimientos! Cuando llegamos al vals y las parejas, como las esferas celestes, comenzaron a girar unas alrededor de otras, hubo un momento de confusión, porque son contados los que valsan bien. Tuvimos la prudencia de dejar pasar el primer ímpetu de los demás; pero cuando los más torpes se retiraron, nos lanzamos de nuevo y dejamos bien puesto nuestro pabellón, seguidos de otra pareja, que era Audrán y su compañera, jamás he sido más ligero… Tener en mis brazos a la criatura más amable, volar con ella como una exhalación, desapareciendo de mi vista todo lo que me rodeaba, y... Guillermo, te lo diré sinceramente, me hice el juramento de que mujer que yo amase, y sobre la cual tuviera algún derecho, no valsaría nunca con otro que conmigo; jamás, aunque me costase la vida. ¿Me comprendes?”
Por lo que toca al tema invitado, decir que la inmigración de europeos al Río de la Plata hizo que desde 1810 se viera dicho baile en los grandes salones de clase alta; sin embargo, también se bailó en la campaña. Habría que agregar al tema las danzas de salón del viejo continente, el schottisch, la contradanza, la mazurca y la polca, aunque a decir verdad ninguna de ellas tuvo la difusión y la permanencia del vals, género musical que es música y danza a la vez.
Es justo pues ahora ubicarnos en el vals como género musical rioplatense, pero antes entrar a mirar la presencia del vals en distintos países, lo que lleva a pensar que por su recorrido y transformaciones puede estar en cualquier estilo, en el ranchero, el venezolano, y en el peruano.
En la Argentina y en el Uruguay, cuando el pueblo comienza a expresarse con este ritmo, toma el sabor de la tierra, entonces nace el vals criollo en las guitarras de los payadores a fines del siglo XIX, luego es enriquecido con el aporte de los inmigrantes europeos y la interpretación de la orquesta típica le da una sazón peculiar.
“La designación 'vals criollo' aparece a fines de la década del veinte, quizás por impulso de la novedad de la 'ranchera' a partir de 1926, para referirse a aquel vals arraigado en el campo, ejecutado con acordeón y con guitarra. La difusión que la ranchera tuvo en los ambientes nativistas parece haber empujado a la composición y edición de los ahora denominados 'valses criollos', una designación creada por los editores para nuevas y viejas piezas salidas a la venta”.(1)
El vals criollo más famoso del Río de la Plata es Desde el alma de la uruguaya Rosita Melo, quien lo compuso cuando apenas tenía 14 años, con letra escrita inicialmente por Víctor Piuma Vélez, después fue incorporado a la película Pobre mi madre querida para la cual Homero Manzi escribió otra letra que es la conocida hoy. Aunque hay una lista numerosa de valses, traer a la memoria como paradigma Palomita blanca de Francisco García Jiménez y Anselmo Aieta, es inolvidable La pulpera de Santa Lucía escrita por Héctor Pedro Blomberg y musicalizada por Enrique Maciel. Pascual De Gullo se lució con Lágrimas y sonrisas , un hit en la versión de Rodolfo Biagi en 1941.
Personalmente me complace hablar de Yo no sé qué me han hecho tus ojos con letra y música de Francisco Canaro para con esto rememorar las antiguas serenatas con versos que rompían el silencio de la noche:
“Yo no sé si es cariño el que siento,
yo no sé si será una pasión,
sólo sé que al no verte, una pena
va rondando por mi corazón...
Yo no sé que me han hecho tus ojos
que al mirarme me matan de amor,
yo no sé que me han hecho tus labios
que al besar mis labios, se olvida el dolor.(…)”
Tus ojos para mí serán
la luz de mi camino
que con fe me guiarán
por un sendero
de esperanzas y esplendor
porque tus ojos son, mi amor ¡.(…)”
(1) Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega” Año XXVII, Nº 27, Buenos Aires, 2013, pág. 233