A veces parece que todo en nuestra cultura funcionara con base en la distorsión. Casi nunca nada parecer ser lo que en realidad es.
Acá en nuestro país las ternas son de uno, los grupos musicales como Los ocho de Colombia, en realidad estaba conformado por nueve miembros; las maestrías en el extranjero suelen ser cursos cortos, los “acuerdos programáticos” son solo aquelarres impresentables; y así.
Incluso en la música se presentan confusiones que tardan décadas en aclararse. Si al cantante Carlos Vives se le hubiera ocurrido darle un nombre al ritmo que creó, resultante de fusionar elementos de varias manifestaciones musicales del norte del país, en lugar de pretender que lo que hacía era vallenato, hoy tendría un género musical propio y salvaría del colapso a los puristas del folclor, que se rasgan las vestiduras para taparse los oídos con los pedazos y así no tener que escuchar “vallenatos” con guitarra eléctrica, bajo, gaita y tambora. Bastaba con seguir el ejemplo del maestro Pacho Galán cuando fusionó el merengue con la cumbia para crear el Merecumbé, no menos meritorio ni menos bailable por honesto.
En los días que siguen vamos a ver cómo nuestro país y sus gentes se enfrascarán en otra discusión de forma: la del “plebiscito para la paz”. Ya todos los funcionarios de este gobierno recibieron la orden de promover el magno acto de la democracia, para que los ciudadanos decidan si están o no a favor da la paz. Y ya comenzaron a hacerlo, desafiando las amenazas del señor procurador, quien ya a nadie asusta desde que decidió igualarse con sus disciplinados, despescuezando la dignidad de su cargo.
Todos hablan del plebiscito por la paz,
como si un derecho fundamental fuera “plebiscitable”,
con perdón de los académicos
Y todos hablan del plebiscito por la paz, como si un derecho fundamental fuera “plebiscitable”, con perdón de los académicos. De ser así, deberíamos hacer otros tantos en contra de la puñalada, del aguacero cuando uno no trae paraguas; o contra el acné. Siguiendo la lógica del gobierno, con perdón de los lógicos, basta con que se apruebe por un reducido y burdamente amañado umbral, para que la paz sea obligatoria en nuestra nación.
Ay del que a estas alturas de atreva a ir en contra de los acuerdos, porque está en contra de la paz.
¿Dónde sigue residiendo el engaño? En el mismo lugar. En unos acuerdos que no se conocen, en unos puntos que no han sido acordados, en unas condiciones para la contraparte que no se pueden cumplir.
Por ejemplo, las Farc se comprometen a no seguir delinquiendo. Pregunto, ¿cuándo comienza y termina de cometerse un delito? Si no van a colaborar en el desminado de nuestros campos, ¿las minas sembradas ya no constituyen un delito de lesa humanidad? Si no van a entregar bienes ni dinero, ¿el enriquecimiento ilícito prescribe con la firma de los acuerdo? ¿Qué pasa con los delitos imprescriptibles, a la luz de la legislación internacional que obliga a nuestro país?
A todas estas, resulta apenas obvio que no se está negociando la paz; y que un derecho fundamental no puede ser objeto de plebiscito. Lo que pasa es que si le damos su verdadero nombre, el de plebiscito para refrendar unos acuerdos con uno de los grupos de delincuentes que azotan al país, difícilmente vamos a lograr que siquiera los jurados acudan a las mesas de votación.
Y por eso es preferible vivir en el engaño. Y por eso los áulicos del presidente le siguen redactando cartas de invitación a los opositores, para aparentar una magnanimidad que no tienen.
El emperador Marco Aurelio Antonino Augusto (uno solo), solía recorrer las calles de Roma, siendo aclamado como un semidios. Considerado como el último de los “cinco buenos emperadores”, siempre se hacía acompañar por un esclavo con el supuesto encargo de llevarle su corona de laureles. Cuando los vítores y las aclamaciones arreciaban, éste se acercaba discretamente y le susurraba al oído “Solo eres un hombre
Con nuestro César es al revés. Cada que las rechiflas le impiden seguir hablando, se acercan sus esclavos a llenarle la cabeza de cifras sobre recuperación del empleo, viviendas gratuitas construidas y entregadas, mejora de la seguridad en las carreteras y la posibilidad, no de una corona de laureles, sino de ser laureado en Estocolmo con el Premio Nobel a su magna labor.
Si algo le ha aportado la oposición férrea de algunos sectores
a esta farsa de negociación, es la denuncia constante
de los despropósitos que se lanzan desde la Habana
Nada es tan dañino a una democracia como el unanimismo. Y nada tan necesario a los sistemas totalitarios. Si algo le ha aportado la oposición férrea de algunos sectores a esta farsa de negociación, es la denuncia constante de los despropósitos que de tanto en tanto se lanzan desde la Habana como globos de aire caliente, tratando de escrutar la reacción de la gente.
Senador Uribe: no ceda a las invitaciones del ejecutivo. Sin entrar a discutir acerca de la discutible sinceridad y la indiscutible doble intención del propósito de la misiva, a nadie le beneficia que se acallen las voces de cuestionamiento o abierto rechazo a tales componendas. No solo las personas que votaron por usted, también el país, sabrán agradecer el que subsista una voz crítica que genere otro tipo de análisis y de reacción frente a este negociado con las Farc.