El más reciente censo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) arrojó que el 15,2% de la población del país habita zonas rurales. La probabilidad de que este número continúe disminuyendo es alta y se debe, en buena medida, a la falta de oportunidades de progreso y desarrollo que se encuentran en estos lugares. Alrededor de 5,4 millones de colombianos que viven en el campo viven en condiciones precarias, abocados ante el desplazamiento a las ciudades como la única forma de mitigar sus urgencias económicas. El Valle se ha propuesto transformar esta realidad y uno de las herramientas ha sido el Plan frutícola integral impulsado por la gobernación del Valle.
En 2015, cuando aún se encontraba en campaña, Dilian Francisca Toro fue insistente con la importancia de “convertir a los agricultores en empresarios del campo”. Aseguró que favorecería la diversificación productiva, proveería asistencia técnica en los diferentes procesos de cultivo y, además, promovería la integración de los campesinos en asociaciones de carácter agrícola para robustecer su capacidad de entrar al mercado.
Y lo que parecía una lejana promesa, como la de muchos políticos que dicen lo que sus electores quieren oír, dejó su halo de escepticismo y se convirtió en una realidad. A través del Plan Integral Frutícola (PIF), los vallecaucanos presenciaron, de primera mano, la transformación de sus campos y cultivos.
Hoy, cuatro años después, se ven los avances. Con una inversión que supera los $36.000 millones de pesos, la Gobernación del Valle logró que se concretara la creación de 65 asociaciones de la que hacen parte 3.285 pequeños agricultores en 29 municipios del departamento. La producción de alimentos, se ha disparado.
No fue fácil. Primero, hubo que gestionar los recursos ante el Sistema General de Regalías (SGR), lo cual fue una batalla que emprendió de frente la actual administración y la búsqueda de aliados, que a partir de buenas razones y experiencia en el sector quisieran contribuir, tampoco fue sencilla. La Asociación Frutícola de Colombia (Asohofrucol), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Corporación Colombiana de Investigación Agrícola (Corpoica) y Fénix fueron quienes decidieron inmiscuirse y apostar por el agro.
“Deseamos mucho que los pequeños productores se conviertan en empresarios del campo, y la única posibilidad para que esto suceda en el departamento y en el país es que los pequeños se junten y se vuelvan empresas rurales con mucha potencia” afirmó el director de la Corporación para el Desarrollo Social y Cultural del Valle del Cauca (Corpovalle), Adrián Zamora, quien fue una de las personas que le metió el pecho a toda esta política de gobierno.
Plátanos, aguacates, pitayas, maracuyás, papayas, sandías, melones, lulos, moras, uvas y hortalizas se convirtieron en un común denominador de los suelos rurales vallunos. La idea es que migren, potenciando la exportación de los productos del departamento, a todos los rincones de América Latina y el planeta. De los campos a los comedores de muchas familias en diferentes países.
Para esto se necesitó capacitar a los hombres y mujeres del campo que, posteriormente, trabajarían la tierra. Desde sus inicios, cuando se elegían las semillas y tratamientos idóneos para mejorar la producción, hasta el final, momento en que se recolectaban las cosechas, la Gobernación y Corpovalle tuvieron sus ojos encima. Su acompañamiento fue vital para que los beneficios recibidos por los más de 3.000 campesinos se extendieran a otras 10.000 personas de las que hacían parte sus familiares y dependientes.
Y el acompañamiento no ha estado limitado al cultivo. Se han replicando modelos empresariales exitosos complementados por capacitación gerencial y financiera. Una estrategia que desde ya muestra resultados positivos.
“Diplomamos 253 pequeños productores miembros de las asociaciones, miembros de las juntas directivas, lo cual nos permite instalar capacidad en las asociaciones para el futuro. Ellos podrán emular todos los esquemas de gerencia” precisó Zamora.
Adicionalmente, se han adquirido y repartido software y tecnologías de punta para mantener buenos cálculos y proyecciones, siempre útiles al momento de iniciar este tipo de proyectos. Asimismo, sistemas de riego fueron instalados, en donde ya existían se mejoraron y dotaciones con kits administrativos, herramientas e insumos fueron facilitados a los agricultores.
Ayudas que persiguen no solo fines sociales y de bienestar, sino también comerciales. Plátanos, aguacates y pitayas ya reposan en supermercados del otro extremo del planeta. En Japón, por ejemplo, cinco de las organizaciones ya colocaron sus productos.
Pero el mercado local y nacional también se han fortalecido aspectos que hacen que el Plan Frutícola Integral sea bastante prometedor. Se han forjado valiosas alianzas con 14 cadenas de grandes superficies que, a nivel institucional y agroindustrial, han facilitado que las frutas puedan continuar con los rigurosos estándares de calidad.
Con la incuestionable mejoría que ha traído esta política pública a las zonas productivas de las áreas rurales del Valle del Cauca, no se espera menos que se mantenga a largo plazo y, por qué no, ser digna de imitación en otras regiones de Colombia.