Aquí retomo esta labor que tanto me apasiona, escribir columnas de opinión. Este ejercicio lo abandoné durante el tiempo que tardé en estudiar mi doctorado en Brasil. Ahora que regreso a Colombia emprendo de nuevo este ejercicio con el fin de poder compaginar la información y el conocimiento adquirido, con la realidad.
En el Valle de Aburrá ha emergido una problemática ambiental alrededor de la crisis de la calidad del aire, la cual en esta época se convierte en un asunto cotidiano debido a la evidente contaminación atmosférica, así como a las medidas que se comienzan a implementar desde las instituciones del Estado (Área Metropolitana del Valle de Aburrá –AMVA- y la Alcaldía de Medellín). Sin embargo, este problema gana mayor relevancia cuando se convierte en un asunto de salud pública y las personas comenzamos a sufrir las consecuencias de la presencia de los contaminantes en el ambiente, por ejemplo, a través de enfermedades en los pulmones, en la garganta, en los ojos, para nombrar los más evidentes. Pero también hay consecuencias en partes de nuestro organismo que no vemos, como la sangre y nuestros huesos.
En este mes de febrero, las estaciones que miden la calidad del aire del Valle de Aburrá han oscilado entre los colores amarillo y naranja, y en ese sentido, siguiendo el protocolo conocido como POECA (Protocolo Operacional para Enfrentar Episodios de Contaminación Atmosférica) del AMVA, se han tomado algunas medidas frente a los problemas de salud pública que enfrentamos.
Este fue precisamente uno de los aspectos que estudié en mi investigación, por lo cual está primera columna sobre la calidad del aire en Medellín es motivada desde al ámbito investigativo, pero también como veremos más adelante, desde el personal.
Al investigar la contaminación atmosférica como un problema social, es importante considerar tanto las acciones que se han desarrollado desde diferentes entidades del Estado para enfrentarlo, así como las prácticas que desde la sociedad han contribuido en este sentido. En el Valle de Aburrá el AMVA ha desarrollado desde la década de 1990 un proceso que he denominado Gestión estratégica de la calidad del aire, específicamente con las facultades otorgadas por las leyes 99 de 1993 (Ley General Ambiental) y 128 de 1994 (Ley Orgánica de Áreas Metropolitanas), pasando por la creación de redes, la firma de convenios, la formulación de planes, el desarrollo de programas, la adopción de protocolos, la implementación de sistemas, entre otras acciones que evidencian una dinámica estratégica alrededor de la planeación y la gestión de políticas públicas sobre la calidad del aire.
En 2016, el año en el que emigré para estudiar, a partir de la información generada por las políticas públicas que surgieron en el proceso anterior, comenzó una dinámica de concientización por parte de la ciudadanía sobre la problemática ambiental alrededor de la contaminación atmosférica. El análisis de esta crisis que se vive con mayor intensidad en los meses de febrero-marzo, y octubre-noviembre de cada año, requerirá muchas líneas más, la cuales intentaré seguir escribiendo más adelante.
Esta columna propiamente la escribo desde mi apartamento en la comuna 16, Belén, una de las más contaminadas de la ciudad por su localización, por su topografía, por las actividades productivas alrededor, entre otros factores. Desde que regresé ha sido una sorpresa para mi levantarme todas las mañanas con las fosas nasales tapadas por la contaminación del aire, escuchar toser la garganta de mi hija de 2 años, o sufrir con mi esposa una gripa que se ha vuelto crónica desde que regresamos al país .
Estos motivos, tanto académicos como personales, me impulsan a movilizarme por la calidad del aire. Sin embargo, hay muchos motivos más que impulsan a la ciudadanía a movilizarse en el Valle de Aburrá alrededor de este tema y de otros más que conforman la problemática ambiental en la región, como la calidad del agua de las cuencas, la tala de árboles, la disposición de residuos, etc. En este sentido, desde la ciudadanía se ha desarrollado también un proceso que denominé en mi investigación: Gestión participativa de la calidad del aire, a través del cual diferentes instancias de la sociedad civil como ONG’s, grupos de investigación de universidades públicas y privadas, colectivos de activistas ambientales y ciudadanos en general comenzaron a desarrollar diferentes prácticas que permitieron establecer una relación directa con las entidades del Estado como el AMVA, especialmente en el período 2016-2019.
En este sentido, uno de los hallazgos que considero más relevantes de mi investigación está relacionado con la dinámica de construcción del derecho a la ciudad, a partir de la mitigación de la vulnerabilidad de la sociedad frente a la contaminación atmosférica, como una práctica política de gestión del riesgo. En este sentido cabe preguntarse ¿cuál es la disposición por parte del director del AMVA, Juan David Palacio Cardona, para establecer una relación directa con la ciudadanía que permita, a la sociedad y al Estado en conjunto, encontrar una solución a la problemática ambiental alrededor de la calidad del aire que enfrenta el área metropolitana del Valle de Aburrá? Es importante recordarle que un problema de estas características, como los ambientales en general, no se enfrenta solamente desde las acciones, o inacciones, de las instituciones estatales, sino también desde una relación de colaboración con la sociedad en sus diferentes formas de organizarse.
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