Este gobierno, como los otros ocho de la Seguridad Democrática, despierta en los soldados una ansiedad. Ellos saben que si quieren ser algo en la vida, ascender, tener un mejor sueldo, no queda otro camino que el de buscar, a como de lugar, bajas, resultados. Ese afán se vio en los ocho años de gobierno de Uribe en donde soldados que no entregaran muertos eran soldados que no valian.
Por eso el muchacho que ayer mató en una carretera del Cauca a Juliana Giraldo disparó para obtener un reconocimiento. Es como si la orden fuera, "dispara y luego pregunta". Esa chamboneria sanguinaria es lo que ha convertido a la policia y al Ejército Nacional en las dos instituciones más odiadas del país. Uno entonces se pregunta ¿qué hubiera pasado si no tuvieran un celular para grabar? ¿Habrían matado a los ocupantes del carro y los pasarían por una masacre nueva del Cartel del Golfo o de alguna Bacrim? ¿Cuántas masacres no habrá hecho el ejército de manera impune?
Lo terrible es que 10 millones de colombianos votaron por la guerra, lo abominable es que Carlos Holmes Trujillo haya pasado de ser un demócrata mesurado a un sátrapa cinico que destila sangre en sus redes sociales atacando a sus enemigos. Claro, como está buscando ser candidato presidencial poco a poco adopta el lenguaje de odio y guerra que ha imprimido Uribe en su vida política. Eso cautiva a mucho colombiano todavía.
Dan miedo las fuerzas armadas en tiempos de Uribe. Están ansiosos, quieren plata y reconocimiento y eso sólo se gana a punta de bala maestro. Ojo, quiero aclarar que no son órdenes directas de que vayan y maten y asesinen, es sólo una actitud, un cambio de chip que envenena el alma.