El uribismo y sus dirigentes viven doscientos años en el pasado, no entienden las dinámicas sociales y políticas del siglo XXI, los espacios como resultado de la interacción social donde se desarrollan y las relaciones que forja esta generación digital. La transformación física y simbólica de la realidad tal como la concebíamos de ningún modo puede ser interpretada por una clase dirigente, que se agrupa y concibe acciones para evitar las dinámicas transformadoras de la nueva sociedad, por encima de toda renovación.
Sí, el uribismo es un sistema obsoleto con viejas ideas políticas que impiden la gestión de la democracia. Estamos en una nueva era de gestores para una política pública transversal que proteja y apoye a los jóvenes, un modelo que esté en capacidad de interpretar el sustrato de las nuevas generaciones, para quienes las viejas instituciones políticas carecen de importancia y cuyo elemento central es el dinamismo social, la comunicación, la creatividad, y la digitalización. Una generación para la cual los ejes políticos son el medio ambiente, la autenticidad, lo colectivo, la igualdad, la diversidad.
Cuando este poderoso grupúsculo se adueña del liderazgo social, empresarial y político, desconociendo su poder envejecido, las consecuencias son devastadoras, van en detrimento de las nuevas generaciones. Estamos frente a personajes que solo buscan perpetuar injusticias que ya no tienen cabida en la democratización dinámica de la sociedad actual. Son dirigentes de anécdota, cuyo poder y lujos los obnubila, avivando viejas prácticas poscoloniales.
Las movilizaciones son la expresión de la exigencia de las nuevas generaciones, un cambio político, económicos, ideológico, y social que reclaman como derecho inalienable, el cambio generacional implica una auténtica revolución cultural, dialéctica y simbólica de una identidad colectiva novedosa; cuyos comportamientos, estilos de vida, interrelaciones, legitiman el derecho a ser; un concepto de multiculturalismo imposible de entender para el uribismo y su enfoque elitista y militar.
Los jóvenes que están movilizándose en las calles exigen la libertad para disfrutar sus experiencias de vida. Asesinarlos como hace el gobierno es una infamia indeleble en las páginas de la historia del país. El modelo político actual no puede representarlos, no concibe darles cabida en la transformación social que los impulsa en todos los niveles: académico, político, laboral, asociación, ocio y emprendimiento. Es momento un cambio para poder avanzar.