El uribismo le hizo más daño a la industria nacional que las Farc

El uribismo le hizo más daño a la industria nacional que las Farc

Ni siquiera los empresarios que siguen al expresidente se benefician de sus políticas. La prueba está en la historia de este empresario que tuvo que despedir a 250 empleados

Por: Luis Orlando Ávila Hernández
julio 25, 2019
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El uribismo le hizo más daño a la industria nacional que las Farc
Foto: Las2orillas/ Administración Nacional de la Seguridad Social de Argentina - CC BY-SA 2.0

Uno de los máximos industriales tolimenses del uribismo decidió esta semana con bombos y platillos —como todo lo de esta gente— mandar a la calle a 250 trabajadores directos y 400 indirectos (de los cuales la mayoría son madres cabeza de familia, en la acostumbrada maquila de la tercerización).

Otra historia es la de sus trabajadoras, las reales y las invisibles, estas últimas a las cuales ni siquiera derecho tienen a las ocho horas ni a la mínima protección social, en un enrevesado sistema de maquila a lo mexicano, tester importado en los 90 a la aplaudida industria textil, que como la de la siembra de coca, pasa de departamento en departamento, según le convenga en su ganancia.

Otrora se les llamaba capitales golondrina, no sé cómo se les llama ahora.

Su “gran empresa”, como muchos de su horda, la hizo con base principalmente en las trabajadoras invisibles, dado que en los 90 era la feria de la competitividad y de Peter Drucker, donde “la ventaja” de ahorros en sus costos era su plus.

De eso le aprendieron a los chinos comunistas en el primer intento de Xi Ping por imponer su concepción científica del desarrollo.

Resulta por ello paradójico que mientras en Ibagué el empresario “adolorido” de enviar al hambre a 250 de sus trabajadoras, por otro lado el empleado presidente en el gobierno de su jefe político, el presidente eterno, parta en la misma semana para la China a hacer “acuerdos comerciales”, que antes se llamaban repartir la marrana.

No cabe duda alguna de quiénes componemos la marrana, hablando de cosas de cerdos, claro.

Paradójico creer también que la mercancía china que a granel entra a los puertos colombianos exclusivamente desde el primer gobierno del expresidente eterno —la inteligencia superior le llaman—, llevando a la quiebra al capital y a la industria nacional, sea hoy la puerta giratoria de consuelo de empresarios “adoloridos” como el señor Zuleta, que sin vergüenza alguna lo pregonó ante sus plañideros periodistas ibaguereños, vacíos de preguntas fundamentales.

Por ejemplo los plañideros periodistas ibaguereños —por lo del empresario, mas no por lo de sus trabajadoras— pudieron acaso preguntarle al señor Zuleta, ferviente uribista, por qué si la pobreza ibaguereña en una década (2002 a 2010), bajo su presidente eterno, apenas variaba dos centésimas (4,77 a 4,95 del índice Gini), no quebró como hoy quiebra inusitadamente a sus empresas (El sector confección Ibagué. 2013. DPS – PNUD, pág. 15).

Bueno —dirán los suspicaces— porque la guerrilla nos iba a volver castrochavistas, veganos, luteranos, como los venezolanos, violadores de niños, indios patirajados, negros bembones, ateos, amigos de Santos, enemigos de la Madre Laura, rosacrucistas y quién sabe si judíos. Pero —siempre un pero de los perspicaces— otros dirán que la seguridad democrática, en esos mismos ocho años de eternidad, nos devolvió la fe en la causa. La justa causa.

Al final, lo dijo sin sonrojo ante los plañideros periodistas ibaguereños, el señor Zuleta le comprará a los chinos, a los cuales su presidente en encargo visita esta semana para procurar la idea de gobierno global de Xi Ping de la concepción científica del desarrollo.

Mientras, las 250 trabajadoras y sus familias en la calle, no científicas y sin compensación alguna del adolorido señor Zuleta, les inundarán en su desasosiego, los periodistas plañideros en reguetón, en Johnny Rivera, en Jessi Uribe, en Paola Jara, en selección Colombia, en Cabal y Farah, en James Rodríguez y en sus millones de euros.

El señor Zuleta fue beneficiario de la zona franca autorizada e impostada hacia la salida a Bogotá por Picaleña, durante el presidente eterno, justo al lado de la villa de repentinos plutócratas conocida como “Las Victorias”, donde dicen que sus hijos tienen propiedades.

El señor Zuleta invocó en su perorata de fingido dolor por enviar al hambre a 250 mujeres cabeza de familia, a sus mentores: Los Barreto.

Les Barreto, como les Martínez Rosales, como los García Orjuela, como los Jaramillo Martínez, como los Ferro Lozano, como las Matiz Vargas, como los Hernandez Casas, como los Yepes Martínez, como los Medina Arteaga, como los Gaitán Pulido y como las Agudelo García tal vez sean para el señor Zuleta y para los empresarios uribistas tolimenses de su singular ética humana la “problemata” bajo el entorno de Søren Kierkegaard.

Pero como en Temor y Temblor (Versión libre Ed. Luarna, España), las 250 mujeres tolimenses y sus familias que hoy deambulan hambrientas en la calle ibaguereña de la confianza inversionista, de la seguridad democrática y de su economía naranja, no son la convicción del absurdo ni la sencilla resignación infinita anterior a la fe.

Ellas, como miles en Ibagué y el Tolima, a diferencia de Abraham suponiendo que Dios no iba permitirle el absurdo del sacrificio de su hijo Isaac, son la auténtica “problemata”, no el empresario publicitariamente adolorido ni menos sus mentores.

Ellas son dolor, dolor delator del empresariado uribista tolimense, que entre llanto y llanto publicitario, les y nos cava la tumba de la pobreza y de la exclusión que como en la obra de Kierkegaard, estos como su presidente eterno, introducen la figura del "caballero de la resignación infinita", quien es capaz de desordenar todo por una gran causa y convivir con el dolor que eso le produzca.

Por eso las preguntas que escaparon a los plañideros periodistas ibaguereños frente al dolorido uribista empresario: ¿compensó económicamente a las 250 mujeres despedidas?, ¿supo acaso que pasará de sus familias, de sus nenes, de sus queridos?

La infamia tiene muchas caras, una de ellas es fingir el dolor mientras se visita la China comunista para reelegir los mentores. Otra es ser uribista y creérselo.

 

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