La concejal de Bogotá por la Unión Patriótica, Heidi Lorena Sánchez Barreto, denunció en reciente sesión del cabildo distrital, la presencia de grupos paramilitares en la capital de la república. Su gesto prácticamente pasó inadvertido para la mayoría de los grandes medios. En un debate sobre la seguridad en la ciudad, la edil afirmó que en las localidades de Ciudad Bolívar y Bosa operan los Rastrojos, Comandos Urbanos y Las Águilas Negras, Bloque Capital.
Noticias así, de enorme importancia para los habitantes del sur de Bogotá, no merecen la difusión amplia y resultan rápidamente desvirtuadas por declaraciones de jefes militares o policiales. Otra cosa sucede cuando los hechos con los que se quiere escandalizar provienen de voceros del partido de gobierno, inmediatamente replicados hasta en las portadas, sin el menor análisis en torno a su veracidad, más bien reforzando la perversa intención de sus autores.
Es el caso de la reciente edición de la revista Semana, en la cual, a manera de interrogante, se siembra la falsa especie de la vinculación secreta entre el partido Comunes, que reúne los firmantes de paz que perseveran pese a todo en el cumplimiento de los Acuerdos de La Habana, y las agrupaciones de Gentil Duarte e Iván Márquez. Semana se apoya para su publicación en las declaraciones de Javier Tarazona de la ONG Fundaredes.
Por lo que publica la misma revista, esa ONG se presenta como una fundación dedicada a la defensa de los derechos humanos de los venezolanos perseguidos por el gobierno de Nicolás Maduro, lo que resulta suficiente para conferirle plena credibilidad. Según Tarazona, cada tres meses se realizan reuniones en Venezuela entre las cúpulas de estas dos agrupaciones desertoras del proceso de paz y el presidente del partido Comunes, Rodrigo Londoño, con Maduro incluido.
Casi en coincidencia con esa publicación, el recientemente posesionado presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro, Acore, también tuvo a bien afirmar algo semejante en el foro que sobre la combinación de las formas de lucha realizó la Comisión de la Verdad hace unos días. En la obsesionada cabeza del general en uso de buen retiro, el conflicto armado con las Farc no terminó, sino que mutó en una alianza criminal planificada de antemano.
A la supuestamente respetable fundación venezolana, se suma la revista Semana en coincidencia con el presidente de Acore lo cual enciende las alarmas en torno a la puesta en marcha de una campaña de difamación con previsibles repercusiones. Completa la tarea el jefe del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, quien trina en su perfil de twitter copiando la publicación de la revista, sin hacer ningún comentario, como quien dice: vean.
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La respuesta de Rodrigo Londoño no se hizo esperar. Su trino fue preciso: “Dr. Uribe, discúlpeme, pero no soy pendejo y creo que usted tampoco
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La respuesta de Rodrigo Londoño no se hizo esperar. Su trino fue preciso: “Dr. Uribe, discúlpeme, pero no soy pendejo y creo que usted tampoco. Sé de su capacidad intelectual y de la información que maneja. Usted sabe perfectamente que esta noticia es falsa. Que su odio, su cobardía para aceptar la verdad y su megalomanía no incendien de nuevo al país”. En términos parecidos ya se había referido a la publicación de la revista Semana:
“Ante las afirmaciones tendenciosas, dañinas y hasta criminales, de que yo me he reunido en Venezuela con sectores que se apartaron del Acuerdo de Paz les digo: 1. Es totalmente falso e inverosímil. 2. No hay nada que me relacione con los rearmados. 3. No me crean tan pendejo”. Fueron varios los medios de comunicación que dedicaron espacios a referirse a la respuesta del presidente del partido Comunes. Queda claro quiénes y por qué echaron a rodar la especie.
Se trata de la extrema derecha que mueve los hilos aquí y en el exterior. Y que no deja dudas sobre sus intenciones. Llevan un lustro atacando los Acuerdos de Paz y casi tres años de gobierno saboteándolos e incumpliéndolos, sin haber conseguido su propósito de hacerlos trizas. Así que decidieron jugar otras cartas, involucrar a los firmantes que cumplen su palabra en hechos criminales que permitan llevarlos a la cárcel o extraditarlos a los Estados Unidos.
Así mismo construyen el escenario para que cualquier fuerza oscura los asesine, en aras de rescatar la decencia perdida en el país tras su vinculación a la política legal. Si Uribe está jugándole a eso, es de temer que el gobierno de Duque opte por obrar en consonancia. Es verdaderamente peligroso lo que se está fraguando bajo la excusa de la libertad de información. Colombia no puede permanecer indiferente a la puesta en movimiento de ese plan criminal.
La ultraderecha sabe que va a perder las elecciones en 2022 y que por tanto su cuarto de hora está por terminar. Lo que se pone cada día más en evidencia es que está dispuesta a todo para quedarse. Ese todo es bien conocido, la calumnia, la violencia, el terror.