A los connacionales que profesan una solemne afinidad con la ideología y posturas políticas de Gustavo Petro pareciera que la memoria les fallase. Se les olvidó muy rápido el diario vivir de nuestra nación. En el caso de los jóvenes y niños, considero que han sido víctimas del accionar criminal y delictivo de un sindicato, cuyo fin es meramente adoctrinar y extinguir el libre pensar. Fecode es, a mi parecer, una organización que limita y trunca el ciclo democrático, cambiando el pluralismo por el totalitarismo.
Medios y figuras que se cobijan bajo el manto delictivo que representa Petro quieren enlodar con injurias y calumnias al hombre que hoy, mañana y siempre será citado en la historia nacional como aquel que encarnó la imagen viva del patriotismo y gallardía para enfrentar sin titubeos al terrorismo.
Mis posturas y principios, al igual que millones de uribistas, están dados bajo la promesa de lo vivido, la tranquilidad y seguridad que sembró Álvaro Uribe durante su gobierno. Aún tengo latentes esos recuerdos de mi niñez cuando en medio de cualquier programa televisivo o radial la transmisión era irrumpida con la desastrosa notica de una toma guerrillera, el secuestro de militares o civiles, bloqueo de alguna de las arterias viales del país y demás acciones de índole criminal de estos grupos delincuenciales que tenían amedrantada la población, permeando también a todos los estamentos del Estado y, por ende, nuestra nación era casi inviable.
Nací en una nación que se desangraba, crecí evidenciando cómo un hombre con valentía y osadía fue capaz de transformar y direccionar el rumbo de Colombia. Con Uribe se cumplió aquella frase del himno nacional, que a la vez resulto nostradámica: "Cesó la horrible noche”. Pues la tasa de secuestros descendió cual halcón peregrino en picada, retornó la paz al campo y con la tranquilidad llegó también la inversión, mejoró la ayuda y cooperación extranjera y nuestro país empezó a tener otro dinamismo económico.
Con todo esto y más, creo que existen motivos más que suficientes para seguir la senda democrática por la cual nos a encaminado Álvaro Uribe. Los jóvenes debemos apropiarnos de estos principios democráticos y patrióticos con el fin de salvaguardar y defender a nuestra patria del ostracismo que planea hacernos vivir nuevamente Gustavo Petro, quien no es más que un incendiario y terrorista disfrazado con ideas populistas.