Cuando alguien se nos sienta enfrente, nunca se nos sienta una sola persona. Como mínimo, se nos sientan dos. La una, la primera, la obvia, la que se sienta de cuerpo entero sobre la silla. Y la otra, la que se nos viene a la mente, como si se nos sentara dentro de la cabeza.
Siempre habrá grandes diferencias entre la una y la otra, entre quien tenemos al frente y quien creemos tener al frente.
Mas estas diferencias ocurren por muchas más razones que por el grado de conocimiento que tengamos del interlocutor. Ocurren porque los seres humanos ocurrimos así. Somos según las circunstancias, según el momento de la vida, según lo que pensamos del que se nos sienta enfrente.
Por eso me parece tan genial el poema de tan solo dos versos con que Borges se nos sentó en el corazón.
“Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”
El expresidente Uribe también es más de una persona. Es por lo menos dos.
Uno nota que cuando se habla de Uribe, el que por lo general se le viene a la gente a la cabeza es el Uribe de la Seguridad Democrática.
A los unos para amarlo y a los otros para odiarlo.
-Pero bueno, la cosa tampoco es tan así. Uno no puede afirmar, a rajatabla, que Colombia se haya dividido entre uribistas y antiuribistas.
Los hay uribistas, muchos, y los hay antiuribistas, también muchos. También están los “furibistas”, que son distintos y suenan mucho, y están los “furiantiuribistas” que también son distintos y suenan aún más. Y están los muchos más, que son los que coinciden con Uribe en unas cosas y en otras no, los que le admiran unas cosas y le critican otras, los que no le encuentran mucho sentido a gastarse la vida siendo antis o siendo istas.
Hace unos días, cuando vi la foto del encuentro del expresidente con el presidente Petro, el que se me vino a la cabeza no fue el Uribe de la Seguridad Democrática.
Recuerdo al Uribe de 2010:
—¿Era el presidente?
—Sí, tenía el poder.
—¿Quería la reelección?
—Sí, sí la quería.
—¿Tenía el respaldo para hacerse reelegir?
—Sí, más del 80 % lo apoyaba.
—¿Tenía el respaldo de los partidos?
—Sí, las mayorías del Congreso hacían lo que él dijera.
—¿Tenía el respaldo de los militares?
—Sí, todo. A él sí le marchaban.
—¿Tenía a los empresarios?
—Sí, a pie juntillas.
—¿Tenía a los medios de comunicación?
—Sí. Salvo uno que otro columnista crítico, los medios estaban con él.
—¿Entonces qué pasó?
—Que cinco magistrados de la Corte Constitucional le dijeron que no podía reelegirse.
—¿Y él qué hizo?
—Acató a la Corte, no se reeligió y entregó el poder.
Esto fue así y creo que nadie tendría cómo afirmar lo contrario.
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Uribe fue el único presidente del vecindario que no se atornilló al poder pasando por encima de la confianza democrática de su país
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A la hora del té y en la concreta, nadie puede decir que no existe el Uribe demócrata. Nadie puede dejar de reconocer que fue el único presidente del vecindario que no se atornilló al poder pasando por encima de la confianza democrática de su país.
Viéndolo bien, el título de esta columna no ha debido ser “El Uribe que me viene a la cabeza” sino “El Uribe que traigo al presente”.
Es que cuando uno intenta mantener algo de libertad en los sesos, se da cuenta de que la libertad y el criterio sirven para eso. Para hacerse uno mismo a su idea del presente y de lo que quiere que ocurra en él. Hay que hacer hasta lo imposible por no seguir dejándose manipular, por no permitir que sigan siendo las redes y las bodegas y las hostilidades las que ensamblen los presentes prefabricados en nuestras cabezas.
No hay que engañarse. Al final de cuentas, todo esto tiene que ver con la legítima batalla que siempre tendremos que librar por defender el corazón. No conozco el primer criterio que haya podido escaparse de corazón alguno. No es en vano que desde hace siglos vengan diciendo que de la abundancia del corazón habla la boca.
Hay que superar la polarización y hay que hacer crecer la democracia.
Cuando vi la foto del encuentro de esta semana se me vino a la cabeza pensar en lo necesario que resulta traer al presente a Petro, el presidente, y a Uribe, el demócrata.