Un verdadero desencuentro tuve en la exposición de la galería Casas Riegner con su manual de instrucciones para realizar La Carroza de Greenwich del artista Pedro Gómez-Egaña, quien nació en Bucaramanga en 1976. Unos dibujitos preparatorios sin el menor interés rodean toda una sala y al final la carreta que da vueltas sobre su mismo eje. La trabajó —o mando a hacer— como lo hacen los chinos sin clavos sino con cuñas que sostienen la estructura en madera. Una verdadera hazaña artística retomar un objeto milenario inventado en China 2.600 años antes de Cristo y ponerla en una galería a funcionar con un motorcito que la hace girar al infinito en una penumbra inhóspita.
Según entiendo, la carroza gira con destino sur y su elaboración implicó toda una inútil investigación sobre los avances de la tecnología y la cultura que en su movimiento promete una situación extrema… Nada es importante para su pomposa presentación.
En la otra sala se encuentra Ícaro Zorbar con su laboratorio de frascos de aceite y lucecitas eléctricas. Alacena de un laboratorio de colegio donde se repite el mismo objeto todo el tiempo. El monótono malabarismo busca lograr que se mantengan prendidas las luces sin hacer corto circuito. Los videos son otro recurso que, según lo escrito en el boletín de prensa, quiere reinterpretar los sentidos humanos, encontrar nuevas atmósferas y combinar las formas de la existencia en el paso del tiempo planetario. Demasiado complejo para un resultado poco atractivo.
En la galería Nueveochenta se presenta por pocos días el sexto concurso de Arte Joven que también deja inquietudes sin resolver, como por ejemplo, Daniela Castellanos trabajando la imagen como lo hizo Beatriz González, Mauricio Ramírez trabajando el paisaje urbano del Pop. Más novedoso e interesante es el dibujo en vidrio de Yosman Botero, Diego Piñeres realiza pintura figurativa con bolas de plastilina.
En el patio, Rafael Gómezbarros presenta una instalación cuyo título es Somos #. Aunque la matera es muy parecida a las esculturas del antioqueño Hugo Zapata, aunque su idea es representar un hueso y el propósito es mantener con una planta viva, la conciencia histórica de la violencia en Colombia en un presente continuo. Somos # son árboles plantados en fibra de vidrio, representan los desaparecidos, las masacres o los falsos positivos.