Suponiendo ser criaturas capaces de sopesar consideraciones y hechos fácticos, en Colombia sus pobladores tenemos que asumir las responsabilidades que exigen las variadas circunstancias que estas causas implican para unas sociedades que aspiran a modificar una realidad que no ha parado de ser sometida a diversas perversiones, factores de todo tipo, desde terrorismos, corrupciones, omisiones, indolencias o actos indecentes de inconciencia intelectual y social, generados por unas dirigencias acostumbradas a la falta de control por parte de las instituciones estatales diseñadas y creadas para su vigilancia, pero que han caído en poder de unos movimientos políticos promotores del relajo ético y moral.
Frente a estos sucesos reiterativos, desde hace mucho tiempo, con muy contadas excepciones, se requiere de personas dispuestas a reclamar y protestar sin resquemores, aún estando en medio de un país cooptado por terribles y peligrosos grupos delincuenciales de todo calibre, surgidos desde todas las esquinas, incluidas la izquierda política pero principalmente de la derecha enquistada entre el Estado, dispuestos a asesinar a quienes se opongan a unos manejos que vienen siendo direccionados desde las propias élites, que al caer en cuenta de las capacidades adquiridas por las bandas y clanes provenientes del bandidaje y del hampa, especialmente desde la aparición del narcotráfico, asumieron también su dirección, siendo incluso capaces de exponer un nivel de hipocresía y sabotaje que los lleva a señalar culpabilidades ajenas aunque expongan las manos goteando sangre fresca de sus victimas, a raíz de las numerosas trasgresiones que ellos mismos organizan, patrocinan y fomentan.
Son tan poderosos estos grupos delincuenciales que el aparato de justicia es una herramienta concebida a su favor, igual ocurre con las autoridades, quedando los habitantes expuestos y sometidos, a través de una ignorancia expandida por el sistema educativo en paralelo y unión a los medios de comunicación, lo cual los conduce a apoyarlos fervientemente y convencidos de estar haciendo lo correcto, sufriendo en carne propia el sentido masoquista que ponen en práctica sobre ellos mismos y sus descendencias.
Teniendo hoy la eventualidad de producir un cambio, por mínimo que sea, por parte de un gobierno distinto a todos los anteriores, por más que exhiba también infinidad de errores y evidencias de hechos de corrupción, agigantados por una oposición ansiosas de recuperar sus principales fuentes de enriquecimiento ilícito afincadas sobre el erario, se tiene que tomar por los cuernos la actual contingencia de posible transformación social, porque será imposible si después esas delincuenciales dirigencias retoman el poder político a partir del poder económico que mantienen vigente y suficiente con el que vienen multiplicando un panorama caótico, por eso hago este llamado a la toma de conciencia comunitaria al entrar en la recta final del gobierno alternativo, ¿quizás el último?