Una tarde de abril de 2014, Alfonso ‘El Turco’ Hilsaca hizo una excepción: aceptó que dos periodistas que llegaban de Bogotá subieran hasta su oficina del quinto piso del edificio del Banco del Estado, en la vieja Cartagena, sin garantizarles que les daría una entrevista.
Fredy Gómez y Jorge González, enviados de la revista Dinero, sabían de antemano que la misión no era sencilla. Una cosa sería hacer una semblanza de la empresa AGM Desarrollos S.A.S., saludable y próspera sobre el papel. Otra muy distinta, abordar a fondo la vida de su dueño trazada por los hitos de expedientes judiciales.
Su mirada fue huidiza desde el comienzo. Los reporteros advirtieron incluso un temblor en sus manos cuando se acercó a saludar. Reparó en la apariencia de los dos cachacos, les ofreció un café y cuando se fijó en la lente de la cámara digital que ya estaba sobre la mesa, decidió ponerle fin al encuentro.
No les pidió a los periodistas que se fueran, pero les dijo: “¡Sólo Cristo, que sabe lo que he padecido, puede juzgarme!”. A partir de ese momento el único autorizado para hablar sería su hijo Gabriel. Lo presentó con una venia y extendiéndole el brazo para indicarle que ahora la palabra sería suya.
Antes de desaparecer tras las puertas corredizas de su oficina, se detuvo por un momento para hacer una aclaración final: “Yo ya no cuento, no soy presidente ni dueño de nada. Aquí mandan ahora mis hijos, esta es una empresa que ya cumple 23 años y lo que yo pueda decir ya no importa”.
Claro que importaba. Apenas cuatro años atrás había estado preso durante 14 meses y aunque no había oído sentencia alguna, seguían abiertas varias causas judiciales en su contra. Sus relaciones con grupos paramilitares estaban registradas en la memoria del computador de ‘Jorge 40’, desencriptada en 2006, un año después de la desmovilización de este.
Ante los fiscales le era difícil negar -aunque lo hizo- que el “A. Hilsaca” que aparecía encabezando una lista de financiadores de grupos de autodefensa fuera él. Su nombre volvía a ser mencionado por los ‘paras’ desmovilizados en que en las diligencias ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía le atribuían las muertes de trabajadoras sexuales en las vecindades de la Torre del Reloj.
“Todo esto, por no citar a contradictores que le atribuían una estrecha relación con su conterránea Enilce López, ´La Gata´, la empresaria del juego del chance o ‘la bolita’ que ahora expía culpas en un hospital”, escribirían Castro y González en la crónica en la que narraron aquel breve encuentro.
Cuando Hilsaca padre se marchó de allí, su hijo Gabriel hizo un esfuerzo por justificarlo: “Ha sufrido mucho y por eso no lo culpo si fue descortés”.
Era imposible deslindar la historia de Hilsaca ‘El Turco’ de la de su empresa. Nacida en 1993 en Magangué, donde él y Enilce López fueron amos y señores, la compañía se había convertido a la vuelta de cuatro lustros en la concesionaria de la cuarta parte de los contratos de alumbrado público en el país.
El poder de la compañía de los Hilsaca era tan fuerte en aquel 2014 que los alcaldes de 38 municipios que le concedieron o prorrogaron concesiones hasta por 20 años, por un valor calculado en $1,5 billones.
AGM Desarrollos S.A.S, que hasta 2010 se llamó Construcciones Hilsaca, fue proponente único en la gran mayoría de las licitaciones. Cuando hubo competencia, los demás proponentes fueron descalificados con argumentos que no siempre fueron técnicos.
La lista de sus quince concesiones en el departamento de Bolívar coincidía geográficamente con donde Hilsaca había financiado las campañas locales: Turbarco, Arjona y Carmen de Bolívar más un largo etcétera.
Gabriel Hilsaca insistió en aquella ocasión en que los cuestionamientos judiciales contra su padre no afectaron a la compañía porque la clave de su crecimiento no fue la política, con sus artificios tramposos, sino la tecnología que incorpora y la calidad del servicio prestado, además de Bolívar, en Norte de Santander, Cesar, Magdalena y Sucre.
Los nombres de Hilsaca y de su hijo Gabriel recobran notoriedad a raíz de las sensibles declaraciones que Day Vásquez a la revista Semana. Según ella, ambos se reunieron con su exesposo Nicolás Petro, en tiempos de la campaña, para entregarle $400 millones en efectivo convencidos de que se trataba de un aporte a la causa proselitista del hoy Jefe del Estado.
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