Fue un sueño de doña Oneida, la mamá de Luis Andrés Colmenares la que forzó a exhumar su cadáver un año después de muerto. Veía a Luis Andrés, su hijo, caminar por su casa en el barrio Quirinal, empapado, golpeado después de caer al caño del Virrey. La abrazó y le dijo al oído “La prueba está en mi cuerpo”. Como todos los días de ese 2011 la incansable mujer fue a las instalaciones de la Fiscalía. El caso, que había sido cerrado por el primer fiscal, Manuel Rodríguez, tenía el dictamen de muerte accidental. Los Colmenares nunca creyeron eso. La necropsia se demoró dos días más de lo usual y el registro de las cámaras de seguridad había desaparecido.
Era principios del 2011 y el Fiscal Asistente Napoleón Botache le entregó a su superior, Antonio Luis González, Fiscal 11 de la Unidad de Vida de Bogotá, el cartapacio de la investigación. Ahí no había vuelta de hoja, la necropsia confirmaba que el muchacho se había caído en el caño el Virrey y la creciente producida por la ola invernal que casi destruye al país en ese 2010 lo había arrastrado y ocultado bajo sus aguas en un desnivel que tenía el túnel. Por eso los bomberos no lo encontraron.
Seguido de las ideas de Jorge Eliécer Gaitán y proveniente de una cuna humilde de Ciénaga Magdalena, Luis González estaba convencido que una de las misiones que tenía al ser Fiscal era ayudar a los de abajo, en este caso el desposeído era Colmenares. Era un asunto de ricos contra pobres. Quería construir un caso en el que la víctima fuera Luis Andrés Colmenares. Por eso expurgó con minuciosidad los datos y encontró inconsistencias; tomó en cuenta el testimonio de los bomberos que no lo vieron en una primera oportunidad dentro del caño y descubrió que Laura Moreno no era precisa sobre la relación que tenía con Luis Andrés. Sembró las dudas sobre lo ocurrido ese 30 de octubre del 2010 en el bar Penthouse ubicado en la calle 83 No 13-17 en donde no sólo celebrarían Halloween sino el cumpleaños de uno de los muchachos del parche de Los Andes, Felipe Mojica.
Ante el misterio Antonio Luis González se aferró a cualquier cosa, incluso a lo incierto. Le creyó a Doña Oneida cuando le dijo que las pruebas del asesinato estaban en su cuerpo, por eso ordenó la exhumación del cadáver que estaba enterrado en Villanueva Guajira para que fuera sometido a una segunda necropsia. El encargado de hacerlo fue el prestigioso forense Máximo Alberto Duque Piedrahita. El exdirector de Medicina Legal dictaminó en octubre del 2011 que el joven había muerto después de sufrir varios golpes en la cara y en puntos focales distintos. Duque incluso se atrevió a afirmar que había sido golpeado con una botella. A partir de allí se despertó un escándalo que el país siguió con el apasionamiento de una telenovela. La tesis de González se basó en que existía un complot de niños ricos de estudiantes de Los Andes contra un pobre muchacho negro de Villanueva Guajira que era despreciado por su origen y su color de piel. El país compró inmediatamente esa versión y no tardó en culpar a Jessy Moreno y a Laura Moreno.
El dictamen de Máximo Duque, que se constituía en la principal prueba de la Fiscalía, fue controvertida por la jueza Paula Astrid Jiménez, quien terminaría absolviendo a Laura Moreno y a Jessy Quintero, quien dijo en su momento que Duque no había guardado el protocolo que se siguen en casos de exhumaciones de cadáver, sobre todo a campo abierto e incluso acusó a Duque de alterar la evidencia “su pericia llevó al engaño a las víctimas a pensar que se trataba de una golpiza y lo mismo hizo que este proceso llegara hasta un juicio, pero recuérdese que no había ninguna otra prueba que respaldara la hipótesis de golpiza y además se vio que el doctor Duque quiso llevar al juzgado a equívocos, aprovechando que un juez es un lego en la ciencia de la Medicina”.
La otra prueba reina, los tres testigos, se cayeron con extrema facilidad. El primero que se presentó fue José Wilmer Ayola quien se presentó más de un año después de la muerte de Colmenares. El testimonio de este guardia de seguridad de 33 años fue el que puso en la cárcel a Carlos Cárdenas. Dos años después, cuando la misma Fiscalía reconoció la inconsistencia de su testimonio, Ayola afirmó que formaba parte de un cartel de testigos falsos supuestamente financiado por Antonio Luis González. Incluso afirmó que parte del complot era ensuciar a la abogada Aydee Acevedo, que defendía a Cárdenas, y a su mamá, María del Pilar Gómez, en un supuesto plan para matar al Fiscal González. La Fiscalia no tardó mucho en controvertir su versión simple y llanamente porque en la madrugada del 31 de octubre del 2010 Ayola tuvo turno de guardia en el Conjunto Cerrado Bochica 5 y 6. Otro de los testigos, Jonathan Andrés Martínez, quien era actor de teatro y que había reconocido al amigo de Carlos Cárdenas, Daniel Giraldo, como uno de los agresores de Colmenares, fue desvirtuado con facilidad: Giraldo ni siquiera estaba en el país esa noche. Napoleón Botache terminaría de hundir a su antiguo jefe ya que este le habría ordenado conseguir testigos a como diera lugar. Lo cierto es que González fue removido del caso y de la Fiscalía en el 2014. Como abogado particular defendió a Jonathan Vega, el hombre que le echó el ácido a Natalia Ponce de León
Desde el 2015 viene siendo investigado por posibles irregularidades en el manejo de un proceso por abuso sexual de una menor de edad. El 23 de octubre del 2018 fue detenido por este hecho y un día después fue dejado en libertad. La Fiscalía continuó su investigación y citó en dos ocasiones a González, pero nunca se presentó. Por eso fue recapturado el 9 de abril del 2019. La serie de Netflix que muestra a un fiscal turbio y manipulador podría reabrir varias heridas y al proceso que se le sigue por prevaricato podría sumársele el de la creación de testigos falsos.