Hace un mes se inauguró con bombos y platillos el túnel de oriente que conecta a Medellín con Rionegro y de paso con el aeropuerto internacional José María Córdova. El túnel más largo de Latinoamérica se convirtió en el orgullo de la ingeniería antioqueña y por qué no decirlo, de Colombia, tan afectada por fracasos como el del edificio Space o el puente Chirajara en la autopista al Llano. El titular de primera página del diario El Colombiano en su edición del 16 de agosto resume lo que la megaobra significa para el pueblo paisa. ¡QUÉ ORGULLO! decía el periódico de la región. Y es que en el acto de inauguración eso era lo que flotaba en el ambiente: ¡orgullo!
El alcalde de Rionegro aprovechó para decir que en Colombia debemos perderle el miedo a las obras importantes y desafiantes. Mientras que su homólogo de Medellín subrayó que “la culminación de esta obra demuestra que son más los que quieren construir y muy pocos los que buscan destruir”. “No podemos parar de pensar en grande”, decía el gobernador; mientras que el periodista Felipe Aramburu, presentador del evento, afirmó que “ser visionario es pensar en grande”; asimismo, otro de los asistentes recordó cómo la obra que hoy nos enorgullece, tuvo enemigos que anunciaron una tragedia ambiental y le apostaron a su fracaso, sin embargo, la realidad demostró que el desarrollo sostenible técnicamente sí es posible en nuestro país, a pesar de las voces apocalípticas que se oponen a todo.
Esta última frase trajo a mi memoria una columna de Jorge Eduardo Cock, quien auguraba una tragedia ambiental y se oponía a la realización de la obra, catalogándola como "un embeleco" del entonces gobernador Luis Alfredo Ramos. Para él la obra del túnel era imposible desde lo ambiental. De hecho, anunció el apocalipsis desde la misma etapa de construcción: catástrofes, cataclismos. "Pobre departamento" decía en su ya acostumbrado lenguaje premonitorio de males que no considera la posibilidad de un desarrollo sustentable ambientalmente y experto en generar terror entre la población, acudiendo a las verdades a medias y al llamado terrorismo ambiental.
La obra se hizo bien y a tiempo, después de haber sido rescatada por el gobernador Luis Pérez Gutiérrez. Contra la opinión y los vaticinios del Armagedón por parte del columnista de marras, todas las autoridades ambientales estuvieron atentas al desarrollo de la misma y hoy es un ejemplo de la ingeniería colombiana para Latinoamérica y el mundo.
A propósito, a la misma hora en la que se inauguraba el túnel, un pequeño grupo de "perfumados" se reunía en el Club Campestre de Medellín para conspirar contra proyectos de desarrollo que se vienen planteando en Antioquia, todo porque sienten que afecta sus intereses particulares. Seamos honestos, a estas personas no les interesa el futuro de los ciudadanos más necesitados de la región. Si así fuera, estarían velando por establecer mecanismos que permitan que las compañías que desarrollan estos proyectos cumplan sus promesas de mejorar las condiciones de vida de la comunidad de influencia. Afortunadamente, como dijo el alcalde de Medellín “son más los que quieren construir y muy pocos los que buscan destruir”. Si pueden, dense el gusto de pasar por el imponente túnel de oriente para que sientan un poco del orgullo paisa.