Los sucesos del pasado 6 de enero, donde un grupo de seguidores de Donald Trump irrumpió con violencia en el capitolio, se vislumbraban en los continuos discursos donde el expresidente no aceptaba la derrota. Antes de las elecciones sostuvo la narrativa de un posible fraude a través de los votos por correo y luego del 3 de noviembre de 2020, una negación de los resultados. Discursos que van en contra de los principios democráticos.
Joe Biden es oficialmente el presidente de los Estados Unidos de América, pero el trumpismo podría seguir. Esto porque el mismo responde a las necesidades de una parte de la población estadounidense que deseaba ser escuchada y que se identificó en Donald Trump.
Actualmente, la gran tarea del nuevo mandatario es unir la nación, dando respuestas a esos grupos conservadores que fueron afectados por la globalización y la desindustrialización. La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) causó la pérdida de 2,4 millones de puestos de trabajo en la industria manufacturera estadounidense, además, el índice de precios de las manufacturas se redujo casi un 8% entre 2000 y 2006. Por otro lado, el rechazo de Trump al aborto y al matrimonio entre personas del mismo género, le aseguró el voto de los cristianos evangélicos, los cuales defienden los principios bíblicos.
Responder a las necesidades de esta parte de la población fue el objetivo del mandatario saliente. Poco importa si para lograrlo puso en acto un aislacionismo y proteccionismo férreo. La prioridad era interna, dejando de invertir en conflictos bélicos. De hecho, no llevó a cabo ninguna guerra importante como sucedía en las administraciones pasadas, con la excepción del ataque a Soleimani. La continua contienda contra China fue puramente comercial y formaba parte de la narrativa de volver a hacer a América grande de nuevo.
Para perseguir sus objetivos, abandonó a sus aliados tradicionales europeos, retirando tropas de Alemania, justificándolo con el alto costo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). También rompió las reglas multilaterales que el mismo Estados Unidos había creado, suspendiendo la financiación a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por la gestión de la pandemia. Salió del Acuerdo de París sobre cambio climático y negó la gravedad del virus causado por la COVID-19, llevando a cabo una batalla por el relato contra la República Popular China.
Todo esto para explicar las raíces del trumpismo y por qué podría seguir a pesar de que Trump haya perdido las elecciones, lo cual se revelaría peligroso, porque el Partido Republicano se ha convertido en un partido de extrema derecha, con un extremismo y nacionalismo que fomentan el desorden y las protestas.
Los problemas sociales que prepararon el terreno a la llegada de Trump se ven exacerbados a causa de la COVID-19, por lo tanto, Joe Biden asume la presidencia en un momento muy delicado de la historia estadounidense. Con una pandemia que continúa haciendo estragos en la población y una marcada crisis económica, ahora debe hacer frente al segundo juicio político de su predecesor. Además, los resultados de las elecciones han dejado una división que el impeachment podría ayudar a empeorar, avivando la violencia de los sectores cercanos a Trump.
El profesor y experto en relaciones internacionales Iván E. Gatón ha afirmado que: el lamentable incidente acontecido en el capitolio estremece la democracia y deja entender que la clase política estadounidense debe revisarse, tanto demócratas como republicanos deben darse cuenta de que esta situación fue creada por sus ambiciones desmedidas. Además, ha expresado que sería muy negativo que ahítos de placeres mundanos, habiendo perdido la visión común de la sociedad, emprendieran el camino por la senda de la venganza y de la rivalidad.
Esto corrobora que la democracia como forma de gobierno está atravesando uno de sus peores momentos, por lo tanto, la prioridad debe ser salvaguardarla. Para lograrlo hay que analizar las causas profundas que dieron como resultado la llegada de Donald Trump al poder y dar respuestas concretas a una parte de la población que no se siente representada, dejando a un lado la lucha de poder entre ambos partidos.