No solo hay que obtener y mantener el poder, sino que hay que saber qué hacer con él, a través de la ejecución de políticas públicas. Esa frase resume el contenido del libro El Trono y sus razones que acaba de publicar Edgar Varela Barrios, actual rector de la Universidad del Valle, editado por la Universidad Simón Bolívar de Barraquilla. Varela es un experto en administración, como lo atestigua su doctorado canadiense; un administrador, rector de la que es quizás la institución más difícil de administrar entre nosotros, como es una universidad pública; y un filósofo político que pasa de Hobbes y Maquiavelo a Marx y Foucault, y a los teóricos de la administración, con la habilidad de un gato.
El corazón tiene sus razones que la razón no entiende, decía Pascal, tratando de explicar por qué las acciones humanas no se pueden reducir a argumentos lógicos. El Trono también tiene sus razones que la razón no entiende, razones de Estado se dice para evitar darlas. El ejercicio del poder entraña cierto secretismo y un toque de arbitrariedad. No todo lo que hace el gobernante se puede contar y en los gobiernos autocráticos casi nada se cuenta. La democracia en cambio pretende ser transparente. Está obligada a rendir cuentas al pueblo puesto que es el gobierno del pueblo, pero no siempre lo hace. A pesar de ello, los gobernantes demócratas han aprendido que ocultar sus actos o enmascararlos o justificarlos con argumento falsos, puede ser causa probable de pérdida del poder.
Como consecuencia, en las democracias modernas, con una verdadera fiscalización de la gestión gubernamental, no sólo hay que poner todas las cartas sobre la mesa sino también crear el entorno para que las razones del Trono estén sólidamente justificadas y técnicamente ejecutadas, para beneficio real de los ciudadanos. Lo que hace interesante el enfoque de Varela sobre el Estado moderno, que es en el fondo su tema central, es que se aproxima a él desde el punto de vista de la administración. Nos induce a creer que hay una filosofía de la administración, que va mucho más allá de los procesos burocráticos. Lo que está diciendo es que la ejecución de las políticas públicas exige todo un montaje eficaz de conocimiento de las realidades sociales y económicas, de planeación y prospectiva, de estructuras administrativas adecuadas, pero que el contenido de las políticas públicas depende de la concepción ideológica del gobernante.
Para decirlo de otro modo, que es la filosofía del gobernante la que determina el destino de la administración pública. O sea, que filosofía política y administración, son dos asuntos íntimamente ligados. Produce Varela capítulos enteros para demostrarlo, con rigor académico y despliegue de erudición, dado que el tema del ejercicio del poder es tan vasto. Todo comienza y termina con la soberanía y la legitimidad. Pero ya los Estados no son tan soberanos como antes pues existen estructuras políticas y económicas supraestatales a las que hay que acomodarse. Y la legitimidad no está ya basada solamente en los resultados electorales que puedan garantizar el manejo del Estado, lo cual podríamos llamar gobernabilidad, sino en la capacidad por incorporar al diseño y ejecución de las políticas públicas a la sociedad entera, lo cual podríamos llamar gobernanza. Hay mil asuntos que desenredar de esas relaciones.
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La filosofía del gobernante es la que determina el destino de la administración pública. O sea, que filosofía política y administración, son dos asuntos íntimamente ligados
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Uno muy importante es la transferencia de una ciencia administrativa, que es un invento norteamericano del siglo XX para el sector privado de una sociedad capitalista, a los procesos estatales. Otro, esa misma transferencia de mecanismos de planeación, que nacen del socialismo estatal a un ámbito de libertades públicas. Ni privatizar al Estado ni controlar en exceso al mercado parece ser la preocupación central de Varela, mientras ilustra con ejemplos de casos de uno y otro género la dificultad actual de los Estados nacionales de encontrar un justo medio.
El Trono y sus razones es un interesante compendio de la evolución del Estado moderno, sus urgencias básicas: la descentralización, la eficacia en resolver inequidades sociales, la distancia entre los planes ambiciosos y las duras realidades de su ejecución administrativa, los derechos humanos, la protección del medio ambiente. En nuestros días, la gestión del Estado está en todas partes, bien sea que intervenga o se abstenga. Es una presencia hegemónica que Varela identifica como la hegemonía de lo administrativo sobre lo político, con la necesidad del político de convertirse en un buen administrador si quiere tener éxito. Maquiavelo debe estar revolviéndose en su tumba al ver cómo han cambiado sus consejos para el príncipe.