Primero, este país, como Bushnell con sabiduría expresó, es "una nación a pesar de sí misma", es decir, la geografía nos separó, creando cosmovisiones regionales, en no pocos casos, antagónicas, que dificultad que tengamos una misma visión de país, es decir lo intentamos comprender desde nuestro regionalismo, desde nuestro estrecho mundo.
Segundo, lo anterior nos conduce a la intolerancia, al rechazo de quien piense distinto, porque nuestro provincianismo nos impide ser capaces de comprender las lógicas del otro, de ponernos en sus zapatos, de escucharlo, de entenderlo.
Tercero, esta incapacidad deviene, en gran medida, de la pobre educación que se recibe, y no lo digo solo en el sentido de asistir a una institución, sino también en la que se da en las familias: una educación basada en el triunfo del más ladino, del que más atropelle al otro y, en últimas, que enseña a que la fuerza y no la razón es la forma de imponerse.
Cuarto, esa agresión también es el reflejo de la inequidad social, ya que unas minorías lo tienen todo y una gran masa lucha día a día por tan solo sobrevivir, ¿cómo pedir comprensión de políticas de Estado que implican abstracción mental de un futuro que quizás no se llegue a vivir a seres que solo piensan en sobrevivir hoy? La ciencia ha demostrado que eso es muy difícil.
Finalmente, el lenguaje que usa la señora, tristemente, es el soez y grotesco que esta sociedad ha entronizado. Reina en la música, en las novelas y, por ende, en las calles. Este léxico denota pobreza mental e incapacidad de expresar ideas con buenas palabras y no con "barriobajeces". En últimas, es el triunfo del "veci" y el "parce", de lo vulgar, de la ausencia de altura, de la sinrazón.
En resumen, hechos como estos exigen mucha reflexión si queremos salir de la cloaca en que nos hemos metido a voluntad.