El Campín se encontraba repleto de camisas azules el pasado 31 de marzo. Aproximadamente 34 mil hinchas iban a acompañar a quien hasta el año anterior era el más veces campeón de Colombia. Por otra parte, ni un rastro de camisas verdes de Atlético Nacional en los sectores aledaños al coloso de la 56. Millonarios enfrentaba a Nacional por un partido reprogramado de la Liga Águila, pero fuera de la cancha se jugaba algo más, el título que en diciembre Millonarios perdió ante uno de los equipos más exitosos de este siglo, pues ya no es el más veces campeón.
Por alguna razón se tomó la decisión por parte de las directivas de Millonarios (desconozco con claridad quién tomó la decisión), que no se permitiría el ingreso de los hinchas de Nacional a este partido --algo poco común-- pues la constante en los partidos del albiazul es que los visitantes tienen cabida en el estadio.
Sin embargo, si se realiza un análisis concreto de por qué se tomó esa decisión, se puede encontrar dos factores a saber:
- En el 2015, el partido de vuelta de la Liga Águila 2, jugado en la cuidad de Medellín el 29 octubre, no se permitió el ingreso de la hincha de Millonarios.
- La hinchada de Millonarios tenía planeado un mosaico en el sector de oriental para apoyar al equipo en ese partido.
Durante el partido, la hinchada de Millonarios fue el jugador número 12, haciéndole sentir a Nacional que para ganar en El Campín no solamente tenían que plasmar su mejor nivel futbolístico en la cancha, sino que también debían aplicar el famoso dicho "los de afuera son de palo y no juegan".
Lastimosamente desde hace muchos años se ha cultivado un "nacional-regionalismo" en nuestro país, donde lo único que une a los colombianos es la Selección. Pero el patriotismo dura lo mismo que los partidos del equipo: 90 minutos cada 3 o 4 meses. No sucede lo mismo en los partidos de los equipos profesionales, o inclusive, en la cotidianidad, donde el himno nacional se canta con desgana y no se respeta.
Este "odio" entre regiones se manifiesta no solamente en Antioquia o Bogotá. Sucede lo mismo en la Costa Atlántica, etc. La cuestión de fondo es que no existe un respeto por la pluralidad y diversidad que existe en nuestro país, y ese famoso regionalismo es un factor que divide una nación ya suficientemente polarizada, algo que evidentemente se está reflejando en los estadios de fútbol.
Por otra parte, debo expresar la sorpresa cuando veo imágenes como las publicadas por el exfutbolista antioqueño y gloria de Independiente Santafe, Lucas Jaramillo, donde se siente completamente indignado por lo acontecido en El Campín. Por una parte, comparto su posición: el estadio no es lugar para los violentos y debe ser un lugar para unirnos como país, como ciudadanos y como familia, para aceptar nuestras diferencias y para acabar de una vez por todas con las "rivalidades" que existen. El estadio no es lugar para las personas que, utilizando como excusa una camiseta, se reúnen para delinquir, para robar o para asesinar.
Pero así mismo se debe sentar una postura contundente: lo sucedido en el Campín no es exclusivo de las barras de Millonarios, ni son estas las únicas que insultan al rival para asustarle y desconcentrarle. Primero establezcamos una línea clara en lo que es tolerable para el jugador número 12, y así diferenciarlo de lo que se debe considerar como actos de violencia. Segundo, seamos críticos con los comportamientos de los hinchas de fútbol sin ponernos la camiseta.
Utilizar la expresión "paisa HP", como lo hicieron los hinchas de Millonarios, para meterse con los jugadores de Nacional, no se puede considerar una expresión de violencia o "xenofobia" regional. O si no las barras del Real Madrid serían sancionados por sus cánticos anti-culés o anti catalanes; los hinchas del Fútbol Club Barcelona no podrían portar bufandas antimadridistas por ser expresiones de violencia y hostilidad hacia el equipo contrario. Que el caso español nos sirva de ejemplo: una mala legislación al respecto nos puede llevar a sancionar conductas inocuas por el ánimo de ser políticamente correctos. Lo que no se puede tolerar es el comportamiento de algunos hinchas que agredieron verbalmente a quienes no llevaban una camisa de Millonarios, y tampoco que se les haga expulsar del Estadio. Eso es sencillamente inaceptable.
La conclusión no puede ser otra que, por una parte, esta problemática no es exclusiva de los hinchas de Millonarios, sino que se está volviendo una práctica reiterada el negarle la entrada a los hinchas visitantes como si eso fuese la solución. Por otra parte, se debe acabar cuanto antes esa "guerra" centenaria entre regiones. Somos colombianos; así hay que reflexionar profundamente en el rol del Estado frente a las barras bravas. La moda puede ser sancionar, volver a un Estado Policía, seguir ampliando el Código Penal como si su función principal es la educar a las personas para no cometer delitos. Se requiere más inversión social y educación, de lo contrario, por más que el Código Penal llegue a 100.000 delitos, el problema seguirá sin solución.
El fútbol debe ser un mecanismo para generar cultura y respeto por nuestras "diferencias", no puede ser el cultivo para rencores regionalistas y odio entre hinchas del fútbol.
Medellín, Bogotá, Barranquilla, Pasto, como a modo de ejemplo, deben cambiar su política sobre hincha visitante, de lo contrario seguirá cultivándose el rencor regionalista. No llevemos al fútbol la polarización que existe en nuestro país, sino exportemos del fútbol respeto y tolerancia por el otro.