No deja de sorprenderme la barbaridad y el masoquismo de los canales privados en sus franjas AAA. En Caracol está un concurso que cumple 15 años, éxito que asegura su continuidad, y que bajo el nombre del Desafío nos presenta a un grupo de hombres y mujeres corpulentos a quienes por un jugoso premio los hacen enfrentar indignantes pruebas cada noche.
A los televidentes colombianos no les causa el más mínimo disgusto observar jóvenes hiriéndose con cuerdas, palos, fuego, bajo un sol fuerte, en circunstancias donde inclusive deben aguantar la respiración, sostenerse en camas de puntillas, y para completar, luchando entre ellos haciéndose daño mutuo.
Si por aquí llueve, por el canal competidor no escampa. Dos equipos en pruebas menos denigrantes pero eternas, acompañadas de un narrador cuya voz se torna tan molesta que es mejor colocar mute, se disputan en una cadena de pruebas llamadas Exatlón. RCN, desesperado por su baja audiencia, solo atina a hacer imitaciones mediocres de su contendor, las cuales siempre le salen frustrantes. Para completar es tan largo el programa, que verlo se vuelve cansón.
Y si queremos evitar estos dos concursos similares de fisiculturistas, sin mayores calidades intelectuales, el restante canal privado, Canal Uno, nos presenta para completar esta franja un programa más de chismes, como si no bastaran todos los que se presentan durante el fin de semana o las noticias rosas que abundan en las ya sobradas revistas que se publican en el país.
Tuve la oportunidad de vivir en España y el horario triple AAA era dedicado a programas de opinión. Allí era interesante deleitarse con debates afines a los temas coyunturales y más importantes del país. Eran invitados connotados expertos, profesores e inclusive políticos de alto prestigio y reconocimiento, cuya capacidad de defender argumentos y controvertir era de admirar. Pensarlo hacer en Colombia sería quedarse sin rating.
Los norteamericanos se derriten por sus programas de humor, comedias que al menos brindan un rato de relajación a una población que en su mayoría vive para el trabajo. Con sus chistes flojos y variado número de series la gran mayoría de ficción al menos divierte y demuestra su capacidad creativa, que sin dudas trasciende luego en el cine.
No me sorprende que con semejantes programas que ven nuestros niños, jóvenes y hasta adultos mayores nos tilden de violentos, si nos gusta a toda hora la confrontación y no nos sorprende el dolor ajeno. Creemos que ganar pruebas denigrantes es un acto de valentía que se justifica por un cuantioso premio, como si el dinero fuera todo en esta vida.
Debo admitir que siento un fresco cuando los canales privados colombianos sufren con tanta variedad de medios alternativos como Netflix o el cable. Es preferible pagar unos cuantos pesos por mes con tal de tener una gama de programas o series de ficción, en lugar de seguir creyendo que la fuerza bruta es algo de admirar en nuestro país.