Recibí con sentimientos encontrados la noticia de que Olivio Iván Merchán Gómez, conocido en las Farc como el Loco Iván, junto con otros de sus compañeros, había caído víctima de una emboscada muy adentro de Venezuela, Orinoco abajo, por el estado Bolívar, una zona donde ni en sus mejores tiempos llegaron a hacer presencia las Farc originales.
Muchos años atrás Iván comandaba una de las compañías móviles de combate del Bloque Oriental, bajo el mando directo de Jorge Briceño, el Mono. Recuerdo que en las reuniones de madrugada que este último citaba, solía emprenderla contra diversos mandos a los que reprochaba cualquier error cometido. Uno de los continuos blancos de sus reprimendas era Iván.
Él las recibía con notoria humildad. En 2010 sufrimos juntos un bombardeo enemigo, con ametrallamiento y desembarco, en la serranía de La Macarena. Cuando tras varias horas de horror logramos ponernos a salvo, con mucha gente disgregada y de cuya suerte no sabíamos nada, nos dimos un fuerte abrazo y celebramos estar con vida. Su fraternidad y alegría eran sinceras.
Luego de la firma del Acuerdo de Paz, lo encontré en diversas reuniones del naciente partido, oyéndole entonces afirmaciones, que me indicaron que estaba confundido por quienes optaron por seguir alzados. No disimulaba su simpatía hacia ellos, refiriéndose con escepticismo a lo pactado. Meses después escuché que se había sumado a la disidencia en el oriente del país.
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Veo su cadáver atravesado por disparos de fusil, retratado cuando las autoridades venezolanas se hacen cargo de su cuerpo. Cuánto hubieran ayudado a la paz su simpatía y vocación de trabajo
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Hoy veo su cadáver atravesado por disparos de fusil, retratado en el momento que las autoridades venezolanas se hacen cargo de su cuerpo. Cuánto hubieran ayudado a la construcción de la paz su simpatía y vocación de trabajo. Al adoptar el camino equivocado desperdició su honradez personal. Quizás qué sueños fantasiosos abrigaba entre el río Orinoco y el macizo de Guyana.
Formaba parte de la Marquetalia de segunda. Una extraña organización que dice llamarse guerrillera, y a la que su pariente encabezada por Gentil Duarte considera más bien un fantasma. Un grupo que de vez en cuando emite comunicados y declaraciones rimbombantes, con el propósito de atacar al partido nacido de los Acuerdos de La Habana. Ensoberbecido con un imaginario nostálgico, y que aspira a encabezar la revolución mundial anticapitalista.
Una fuerza dedicada primordialmente a captar finanzas para su proyecto armado insurreccional, que pretende legitimarse con los montajes ciertos del fiscal Néstor Humberto Martínez, haciendo caso omiso de la responsabilidad que compete en ellos a sus principales jefes. Pero sobre todo de espaldas a las aspiraciones de la mayoría de los colombianos y colombianas, que condenan abiertamente esa forma de lucha y prefieren trabajar por la paz.
Las gentes de nuestro país suelen anteponer la palabra loco al nombre de algunas personas. Algo advierten de extravagancia en ellas, una divertida irracionalidad que se tolera en consideración al afecto que inspiran, aunque finalmente las consideren sin remedio. Exactamente así pasaba con Iván Merchán, un hombre noble que creyó ciegamente las supersticiones de Iván Márquez.
Seguramente sus camaradas harán el esfuerzo de convertirlo en héroe. Le escribirán poemas y gritarán en su campamento allende las fronteras, que en combate será vengado. Cuestión difícil, pues tendrían que declararle la guerra al gobierno de Nicolás Maduro. Una posibilidad realmente imposible, ante una señal inquietante que algún mensaje debe contener.
Vi en estos días, en El Espectador virtual, la entrevista que Ariel Ávila le hizo a un mando de la disidencia de Gentil Duarte en el Cauca. Según contó este con total naturalidad, allá tienen una guerra declarada contra todo el mundo. El ELN, la Marquetalia de segunda, las autodefensas gaitanistas, el Ejército, la Policía, la columna Oliver Sinisterra, los Pocillos y otros rivales
Lo cual permite entender el terror y la violencia generalizada que se cierne sobre esa región del país. Lo que uno logra deducir, es que una vez venzan a todos sus enemigos, podrán dedicarse a preparar la insurrección armada prevista en el plan estratégico de las Farc originales. Mientras tanto tendrá que correr la sangre, la revolución asume ese costo inevitable.
En otros escenarios, pacífica y ordenadamente, el partido Farc organizó la Peregrinación por la Vida y la Paz, desde las regiones donde se asientan los excombatientes que perseveran en cumplir su palabra y exigir del Estado el cumplimiento de la suya. Una acción que aquellos miran con desprecio, y que algunos de sus voceros definen como la redacción de un Acuerdo distinto.
Sin darse cuenta del respaldo y la solidaridad brindados por buena parte de la nación, el único camino viable para alcanzar la paz y construir los cambios que sueña Colombia. La respuesta armada de las disidencias y otros grupos, aparte de servir abiertamente a la ultraderecha que necesita una guerra, solo genera más muerte y desolación.
Desgracias que crecen imparables y los devoran incluso a ellos mismos, como lo prueba el triste final del Loco Iván.
Iván Merchán, un hombre noble que creyó ciegamente las supersticiones de Iván Márquez. Foto: Twitter/Cima News Digital