En los planes de la Revolución Bolivariana no cabía la posibilidad de que Chávez muriera. A pesar del cáncer que lo consumía y lo hacía cambiar de aspecto como Fantomás, el comandante, además de supremo, era eterno. La noticia de su muerte se hizo oficial el cinco de marzo del 2013 y aunque ya tenían listo el sucesor y la plana mayor del chavismo sabía el viraje que iba a suponer para Venezuela la ausencia de su líder, no tenían la carroza mortuoria para transportar el féretro con el cadáver del comandante del Hospital Militar al Museo de la Revolución en donde sería velado en cámara ardiente nueve días.
La encargada por el protocolo Chavista de realizar las honras fúnebres fue la Funeraria Valles de Carcas. Se trataba de un encargo exigente que obligó a sus propietarios a buscar entre 45 casas de velación de todo Latinoamericana la que ofreciera el más suntuoso carro. La escogida fue la Funeraria San Vicente de Medellín que ofreció gratis un Lincoln Continental 1999 de ocho metros traído desde Estados Unidos por un ciudadano bogotano. Es el carro tradicional en el que se han trasportado los presidentes norteamericanos.
Fernando Arango, gerente de la funeraria paisa le apostó a la oportunidad de publicitar internacionalmente sus servicios fúnebres y la lujosa flota de carros adecuados para las necesidades de los clientes más opulentos .
Un avión hércules DE LA Fuerza áerea venzolana aterrizó en Aeropuerto José María Córdoba un dia después de la muerte de Chávez . La premura de la situación forzó al piloto a tener que estacionar la nave en la zona comercial y no en la militar. Este descuido tendría unas consecuencias, en ese momento impredecibles, pero que resultaron fatales para los dueños de la funeraria.
El Lincoln continental salió de Colombia sin la documentación que se requiere cuando se exportar cualquier bien a otro país sino los permisos que habrían obtenido de haberlo hecho bajo la modalidad de exportación temporal en donde éste se habría podido repatriar una vez concluida la ceremonia fúnebre en Caracas.
Los caraqueños le sacaron jugo al auto de los Arango que recorrió las calles de Caracas con el sello de la Funeraria San Vicente por el paseo de los Próceres, el lugar en donde tantos mítines dio el comandante , donde desafió a Imperios y a países vecinos. Una marea roja y espesa de tres millones de personas lo despidió. La carroza siempre cubierta por la bandera de Venezuela desplegó su lujo ante las cámaras de televisión de todo el mundo.
El tiempo corre rápido en Venezuela tras la muerte del comandante que ha dejado encargado a su elegido, Nicolás Maduro quien asume las riendas del poder. A Fernando Arango poco le importan los vaivenes políticos de Caracas, solo quiere su auto de regreso a integrar la lujosa flota.
En mayo, dos meses después la carroza inicia su viaje de regreso, ya no con la premura que llevó a su traslado en un avión Hércules sino como cualquier vehículo, por tierra. La ruta de Caracas a San Cristóbal y luego a Cúcuta la lleva al fatal encuentro con los funcionarios de la aduana de Colombia cuando pasa la frontera. La Dian lo detiene. Pide unos papeles que no aparecen por haber salido sin los documentos de exportación, es decir ilegalmente. Después de la zozobra los Arango ocnsiguen superar el obstáculo y lograr que la limusina regrese a Medellin donde la esperan decenas de entierros. La estrategia comercial cumplía de sobra su expectativa y fueron muchos los paisas que querían que sus familiares se despidieran de este mundo en el mega auto imperial que trasladó el cadáver del poderoso Hugo Chávez.
Pero la gloria duro 16 meses. La Dian, como ocurre con cualquier cliente, les dio comportamiento de evasores y los persiguió hasta lograr incautar nuevamente la carroza fúnebres el pasado 22 de junio. La remataron con una velocidad inusitada. La carroza avaluada en 120 millones fue vendida por la Dian por la mitad, de los cuales Fernando Arango no recibió un peso. Una aventura que le salió costosa.