Hacer un llamado a la reflexión a través de las prácticas artísticas y culturales para contribuir al cese de las hostilidades y a la generación de una sana convivencia en Colombia es uno de los objetivos que persiguen algunas iniciativas que se producen en diferentes partes del país.
La Cátedra de la Paz de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional (UN) es una de esas iniciativas con la que, por ejemplo, se ha ahondado en temas relevantes del conflicto armado colombiano y se han puesto sobre la mesa posibles alternativas de superación de la guerra y la búsqueda y difusión de la verdad a partir de la sensibilidad que generan los diversos lenguajes del arte, como la música, la poesía, el teatro, entre otros.
Esta última práctica fue, el pasado sábado 3 de octubre, la protagonista del segundo panel de la séptima sesión de la Cátedra en la que estuvieron presentes algunas víctimas que han sufrido el horror de la violencia y que, pese a múltiples circunstancias adversas, han luchado para contarlo.
Se trata de “Antígonas, tribunal de mujeres”, una obra teatral que narra el drama de féminas que han padecido las secuelas de la violencia en el país y cuya puesta en escena estuvo a cargo de uno de los miembros del equipo organizador de la Cátedra: el Centro de Pensamiento de las Artes y el Patrimonio Cultural para el Acuerdo Social (CREA) de la UN, instancia que ha dedicado toda su atención al posicionamiento de las artes y la cultura en las dinámicas de una cada vez más posible transición a una era posconflicto en Colombia.
En Antígonas, las mujeres son quienes alzan la voz para dar a conocer la verdad de sus tristes historias, ya sean las Madres de Soacha, las parientes de víctimas del genocidio perpetrado contra la Unión Patriótica o las defensoras de familiares perseguidos, desaparecidos o asesinados. A través de la danza, el video, las fotografías y la música en vivo y, por supuesto, de la narración del flagelo al que se han visto sometidas, estas valientes mujeres logran tocar el corazón, estremecer los cuerpos de los espectadores y aflorar las lágrimas, aún desde lo más profundo del alma.
Al respecto, el moderador de la sesión Carlos Satizabal, miembro del CREA y director de la obra teatral –una creación del grupo Tramaluna Teatro-, indicó: “este trabajo, como muchos otros que en Colombia hay, es un trabajo muy necesario que lo que fundamentalmente hace es convertir el dolor en fuerza y en poesía para que la memoria viva”.
Durante el panel de preguntas, la Alta Consejera para los Derechos de las Víctimas Ana Teresa Bernal declaró: “aquí vimos la historia del genocidio contra la Unión Patriótica, de la ofensiva gravísima contra los defensores y defensoras de derechos humanos, de las ejecuciones extrajudiciales, de tantos hecho oprobiosos, dolorosos que ha tenido nuestro país”.
El restablecimiento de la verdad es uno de los puntos en que coincidieron víctimas y expertos, pues todos esperan que con la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc pueda abrirse un extenso capítulo de reconstrucción de los amargos hechos que, por décadas, han empañado y roto los vidrios de una realidad que debería ser transparente y tangible: la de una Colombia amable, plural, pacífica, equitativa.
“El marco de la justicia transicional es muy importante, porque no podría haber paz sino hay verdad, no puede haber resarcimiento de las víctimas sino hay verdad. Y el valor de eso está, primero, en ese resarcimiento moral, en ese resarcimiento de la dignidad de las víctimas, pero también en que esa verdad es la que nos llevará a que no vuelva a suceder, a que haya garantías de que eso no se repita”, resaltó la Alta Consejera.
A su turno, la poeta, dramaturga y actriz colombiana Patricia Ariza, codirectora de la corporación de teatro La Candelaria y quien además recibió en 2014 el Premio Internacional del Teatro de la Mujer, enfatizó en la importancia de crear un gran relato nacional que identifique a los colombianos. “El relato tiene que estar hecho por las víctimas, fundamentalmente. Yo creo que todas y todos hemos sido víctimas en este país de este conflicto, este conflicto que ha afectado la vida y el modo de ser de las colombianas y colombianos en este país; ha mutado este país”, manifestó con vehemencia.
Y agregó: “La cultura tiene que jugar un papel muy importante, el arte tiene que jugar un papel fundamental […] Una paz que no se cuente, que no se cante, que no se pinte en los muros se retrasa, por eso, tal vez, nos hemos retrasado tanto. Ahora tenemos que cantarla, ahora esta paz es posible, tangible, entonces, tenemos que cantarla”.
Durante su intervención, la abogada Dora Lucy Arias, del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y quien se ha dedicado a la defensa de los derechos humanos de comunidades afectadas por proyectos extractivos mineros en Colombia y Latinoamérica, destacó la inminencia de hacer valer las garantías de no repetición de la violencia. “Lo más importante son las garantías, las garantías para que la gente pueda opinar y pensar y hacer, sin temor a ser asesinado o encarcelado o desterrado”, aseguró.
Una de las Madres de Soacha -víctima de los denominados “falsos positivos” y quien es actriz natural en “Antígonas”-, Luz Marina Bernal, relató en breves minutos la forma en que ella y las otras mujeres que hacen parte de esta comunidad se unieron para superar su tragedia. “Nosotras ingresamos al teatro, llevamos seis años y nos ha servido mucho y no voy a decir que el dolor no exista […], pero nos ha ayudado también a entregarle a cada una de las personas una semillita pequeñita para que miren que el arte también puede curar y el arte juega un papel fundamental para nosotras las víctimas”, concluyó.
Para finalizar la sesión de preguntas y con la intención de relatar los hechos que mancharon con sangre la ilusión de un exitoso futuro que les pertenecía, a ellas y a sus hijos, otra de las Madres de Soacha cantó a capela la siguiente letra: “Yo vengo a contarles la historia de los muchachos de Soacha que fueron asesinados en el año 2008, en el mandato de Uribe y su ley de democracia. Los llevaron para el Cauca con propuestas de trabajo, lo que ellos nunca supieron es que fueron víctimas de Estado, siendo ministro de Defensa el algún día presidente Santos. El Gobierno los llamó los “falsos positivos”. Como los muertos ya no hablan, es un negocio bien lucrativo”.