Chipichape o ‘Zipizape’, según la Real Academia de la Lengua, es un golpe, un choque violento de dos cuerpos.
Allí en Chipichape, donde hace más de un siglo (1 de enero de 1905), irrumpió en Cali la primera locomotora del desaparecido Ferrocarril del Pacífico que unía a la ciudad y al país con el resto del mundo, funcionaron los talleres de esas moles de hierro cuya imagen quedó inmortalizada en fotografías color sepia que aún nos hacen suspirar.
Este diciembre, el Centro Comercial Chipichape, antes lugar de los talleres, nos trae de nuevo el tren en el que nuestros abuelos lograron remontar las empinadas montañas que nos separaban del centro del país.
Lo hace justo para el 18 aniversario de su apertura. Es una mágica locomotora a la que los miles de visitantes de Chipichape durante la época de fin de año podrán subirse y tomarse una foto para el recuerdo.
La idea –según sus creativos - es que quienes se tomen la fotografía puedan enviarla a sus amigos, dentro o fuera del país, con un mensaje navideño de un lugar encantador, que recoge la historia de la Sucursal del Cielo y del país.
Esa locomotora que se paseó por entre plantaciones de caña de azúcar y ríos, que con sus silbidos apremiantes despertó la admiración de los pobladores de municipios y veredas de la región, ahora arriba al Centro Comercial cargada de sorpresas y de historia.
De ahí que, retomando la frase que acuñara a mediados del siglo pasado el emblemático locutor de radio y telefonista de los Ferrocarriles Nacionales, Álvaro Muñoz Cuéllar, para simbolizar el orgullo de una ciudad que crecía hacia el norte, ahora podamos cantar en coro: “Que Viva Cali, Chipichape y Yumbo”.