El trágico capítulo del maestro Héctor Bayona

El trágico capítulo del maestro Héctor Bayona

Al veterano actor, también fundador del Teatro Libre de Bogotá, lo consume una innombrable enfermedad. Urge de un costoso tratamiento

Por: Ricardo Rondón Chamorro
junio 06, 2019
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El trágico capítulo del maestro Héctor Bayona
Foto: Archivo Teatro Libre

El viernes pasado, capoteando la tempestad, me fui a ver El Idiota, adaptación y montaje del Teatro Libre de Bogotá, basado en la obra de Fiodor Dostoievski.

No había más de veinte almas en el remodelado y confortable auditorio de esta hermosa casa colonial del sector de La Candelaria, que a lo largo de cuarenta y seis años ha sido escuela de actores y simiente de grandes creaciones del teatro de autor, y de obras del repertorio clásico de la dramaturgia universal, gracias a su timonel, fundador y director, Ricardo Camacho, y del grupo que lo rodea.

Me dio tristeza ver tantas sillas despobladas, porque el esfuerzo que hace este colectivo es titánico, cuando con meses de anterioridad se sumerge al fondo en un proyecto serio, lo estudia, levanta su arquitectura, profundiza en el texto original para imprimirle el lenguaje apropiado, construye una escenografía, implementa luces y sonido, y le dedica arduas jornadas de ensayo para lograr el objetivo, más con todo lo que implica la complejidad de una obra de Dostoievski, que es como dejar la vida entera sobre las tablas.

Pero ese ha sido el sello del Libre, que a pundonor y talento se ha ganado un sitial honroso en el trasegar de este consagrado oficio que es hacer teatro, no solo en Colombia sino en muchos festivales del mundo. De ahí que advertir en su cartelera una puesta en escena inspirada en cualquiera de las obras del inmortal autor ruso, es cita obligada, llueva o truene. Por eso duele que la gente no vaya, que no se permita disfrutar del buen teatro.

Especialista en Dostoievski, conocedor en profundidad de la condición humana, de sus miserias y mezquindades, El Libre comparte por estas fechas una estupenda versión de El Idiota, que reivindica una obra de 150 años de antigüedad, que por la dificultad y los vericuetos de su trama laberíntica, escasos teatreros se animan a desenrollar en tablas.

El impulso histriónico de esta trama corre por cuenta del actor Diego Barragán, quien hace un retrato fiel, sutil y conmovedor, del príncipe Mishkin, un burgués con severas carencias afectivas, un incomprendido de la época, quien se empeña en contraatacar su torpeza nata con el amor no correspondido de una cortesana de baja estofa, involucrada con una banda de anarquistas que encabeza un rufián.

Así, ante los ojos del espectador, se van levantando dos dramas paralelos: el que viven los personajes, anclados en la segunda mitad de la Rusia del siglo XIX, y el que observamos como espectadores: el perfil de una mujer señalada y condenada por una sociedad machista, retrógada e implacable, que se convierte en una obsesión enfermiza para el príncipe Mishkin, y con la que se debate entre el dolor y la locura, por encima de los moralismos y la hipocresía imperantes.

Gran trabajo colectivo de esta versión dostoievskiana de El Idiota, adaptada y dirigida por Ricardo Camacho, diseño de William Peláez, con la actuación de Diego Barragán, Jeyner Gómez, Andrés Castiblanco, Ricardo Sánchez, Carlos Martínez, Alejandra Guarín, Adriana Marín, Germán Naranjo, Luisa García, Marlon Bisbicuth, entre otros, que al final recibieron el aplauso del respetable.

Lo más doloroso de este colofón fue la desafortunada noticia que después de las palabras de agradecimiento refirió Diego Barragán: Héctor Bayona, uno de los pilares fundadores del Teatro Libre de Bogotá, formador y guía de un fecundo semillero de actores de varias generaciones, atraviesa una lamentable situación, resultado de una enfermedad arrasadora que demanda un costoso tratamiento.

Compungido por la mala nueva, Barragán, discípulo y compañero de lides teatrales de varios años de Bayona, tocó el corazón del público con el capítulo amargo del maestro y lo convocó a solidarizarse compareciendo con familiares, amigos y seguidores del buen teatro y de las nobles causas humanas a una función extraordinaria de Los Hermanos Karamazov, el domingo 9 de junio a las 3:00 p.m.

Vale la pena resaltar que el Teatro Libre de Bogotá ha sido la casa de Héctor Bayona, que lo acogió a mediados de los años 70, luego de haber cursado estudios de pintura y de arte dramático en la desaparecida Escuela Luis Enrique Osorio (en los sótanos de la Jiménez), y mucho antes, de haber realizado cualquier cantidad de oficios: desde ceramista, payaso a domicilio de festejos infantiles, auxiliar de litografías, vendedor de libros y cachivaches en los mercados de las pulgas, pero detrás de esas novelescas aventuras y rebusques, actor hasta la médula, incluso en los sobresaltos impetuosos de la revolución, cuando abanderaba la causa política del Movimiento Independiente Revolucionario (MOIR) y montaba obras panfletarias en barrios populares de Bogotá para seducir adeptos, y entre bambalinas, proclamar a los candidatos de turno.

Bayona ha sido del teatro y para el teatro, con el mismo espíritu de aquellos puristas y ortodoxos que no se dejaron tentar por las bagatelas de la farandulización, y encontraron en las tablas una suerte de refugio para ahondar en sus complejos dilemas y reflexiones, y nutrir el alma, aunque el cuerpo diera espera, con las grandes creaciones de los dramaturgos universales, en innumerables montajes de repertorio, verbigracia: Seis personajes en busca de autor, La balada del café triste, Un muro en el jardín, Que muerda el aire afuera, las dos versiones de La Orestiada, Marat/Sade, El burgués gentilhombre, Lope de Aguirre, Almas muertas, Romeo y Julieta, Noche de epifanía, amén de su doctorado honoris causa en Dostoievski, Crimen y castigo, Los demonios, El idiota, Los hermanos Karamazov.

Recuerdo a Hernán Bayona en el solaz de su bohemia, en noches gélidas del centro capitalino, compartiendo animado botellas de lúpulo y versos de Barba Jacob y Aurelio Arturo con estudiantes y colegas en su nicho preferido, un restaurante chino de corrientazo ubicado al respaldo de la vieja Librería Buchholz (carrera 8° con calle 16ª), diagonal a la antigua Caja Agraria, mucho antes de que esta fuera desocupada en su millonaria reserva por una banda de topos de la que jamás se tuvo noticia.

Como también añoro a Hernán en esa frase que me aprendí de memoria y que me quedó como un mantra después de repetir varias veces la serie web de la que él fue protagonista: La vida es como, donde Bayona interpreta a un infeliz empleado de notaría, cuya existencia se debate entre la imposición de sellos, la soledad de las cuatros paredes donde dormita, y el teatro como terapia a su desazón, el mismo que no permitió que terminara entre los rieles de un tren.

La vida es como eso que pasa mientras vivo lo que siempre pensé que era la vida.

Pongámonos la mano en el corazón por Héctor Bayona con este acto de solidaridad al que invita su compañero Diego Barragán. La cuota mínima para asistir a la función de los Hermanos Karamazov es de $30.000. Quienes no puedan asistir pero quieran agregarse a la contribución, pueden hacerlo en las oficinas del Teatro Libre de Bogotá (sede centro, Calle 12B#2-44).

Como decían las mamás de antes: hoy por ti, mañana por mí.

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