Se ha posesionado Clara López Obregón como ministra de Trabajo. Ella y todo su staff se ponen al frente de una de las carteras más importantes en estos tiempos de final del conflicto armado, donde el desempleo ha aumentado, la informalidad laboral no cede y el crecimiento sindical se ha detenido por la reacción empresarial y la débil inspección del trabajo.
Más allá de los reproches de ciertos miembros de su partido que la consideran una “traidora”, la llegada de Clara y su equipo al Ministerio del Trabajo puede abrir un periodo de avances para el mundo del trabajo.
Clara ha manifestado que “lo que no se ha ganado en las elecciones no se puede pretender ganar con un ministerio” y tiene razón. Su actuación en el ministerio está atada al Plan de Desarrollo de Juan Manuel Santos, por todos conocido como amigo de las multinacionales, del capital privado, de corte neoliberal y nada social.
Sin embargo, Clara tiene muchas posibilidades y urgencias. Puede empezar, por ejemplo, en dejar sin efecto el ya famoso decreto 583 de 2016 sancionado por Luis Eduardo Garzón y al que nos referimos en anterior oportunidad. Clara tiene el mejor de los pretextos para hacerlo: el decreto se expidió sin diálogo social. Y esta norma puesta en vigor después de ser negociada con la Andi y sin las centrales sindicales, precarizará todavía más las condiciones de los trabajadores del país. Si la nueva ministra no hace nada al respecto, sin duda, empezará mal.
Y es que el diálogo social debe ser fundamental en su cartera. El reto para ponerlo a prueba está en la negociación del salario mínimo de 2017 y en la actualización del de 2016 que aún sigue siendo tema de agenda de los sindicatos. Si su despacho sigue simplemente obedeciendo la voluntad de los empresarios o del ministro de Hacienda, Clara fracasará.
En inspección laboral, Clara puede hacer mucho. Empezar por cambiar los directores territoriales que han sido hace rato o agentes de directorios políticos o de los empresarios, pero nunca del trabajo. No se trata de darle siempre la razón a los trabajadores y sindicatos pero que al menos trabajen y dejen de echarle todo el trabajo a la justicia laboral ordinaria como suelen hacer. La inspección debe profundizar su labor preventiva. Más inspectores en la calle vigilando empresas y menos en sus pequeños cubículos.
Es urgente que la inspección laboral sea sensible con los problemas de los trabajadores y no fríos funcionarios que en una audiencia de conciliación no hacen el mínimo esfuerzo por equilibrar la balanza entre el bufete de abogados patronales y el indefenso trabajador que reclama el pago de un salario mínimo.
A los y las inspectoras se les debe mejorar sus condiciones laborales, darles estabilidad laboral, salario decente y recursos para trabajar. Así seguro no habrá tanta corrupción en su labor y se les quitará el sueño de dejar rápidamente el ministerio para irse a asesorar a las empresas.
Clara tiene un reto histórico:
fomentar el derecho de asociación sindical
Clara tiene un reto histórico: fomentar el derecho de asociación sindical. Debe promover el respeto por la diferencia, la tolerancia y la disminución de la hostilidad empresarial hacia los trabajadores y trabajadoras sindicalizadas. El próximo año Colombia rendirá cuentas del cumplimiento del convenio 87 sobre libertad sindical en la Organización Internacional del Trabajo y sería bueno mostrar algún avance positivo al respecto. Por ejemplo, puede empezar con proponer a los trabajadores sindicalizados no solo el censo pendiente desde hace años, sino invitarles a una reforma del modelo sindical colombiano que surja desde los trabajadores y sus organizaciones y no impuesta por el Estado. Al mismo tiempo Clara debe incluir en su agenda la concertación del Estatuto del Trabajo, un proyecto de ley que desempolve el compromiso constitucional de 1991. Un estatuto del trabajo que aplique realmente el principio de progresividad en los derechos laborales devolviendo a los trabajadores y trabajadoras los derechos y los ingresos arrebatados por la reforma laboral uribista de 2002.
Ya que en primer debate la Cámara de Representantes aprobó la reforma para disminuir el aporte al sistema de salud de los pensionados, Clara debe abanderar la lucha para que ese proyecto llegue a feliz término y no sea hundido por Mauricio Cárdenas. Pero también debe insistir en que se retire el proyecto que también cursa en el Congreso que busca eliminar el derecho a la estabilidad laboral reforzada de trabajadoras y trabajadores enfermos o en debilidad manifiesta y la protección de las trabajadoras embarazadas.
Clara deberá impulsar la ratificación de los convenios internacionales que ayuden a los trabajadores del país y aprovechar la asesoría técnica de la OIT para crear condiciones de trabajo decente en el sector rural, hoy inexistentes.
Si Clara no avanza en ninguno de los temas que aquejan
a los trabajadores y a los sindicatos del país,
pasará como Lucho Garzón: sin pena, ni gloria
La nueva ministra tiene la oportunidad de convertir en hechos sus discursos. De demostrar que manteniendo su postura ideológica y política puede incidir positivamente no solo en cifras estadísticas, sino en mejores condiciones para los trabajadores del país, atacando la informalidad, abriendo más fuentes de trabajo decente, promoviendo el derecho de asociación y negociación colectiva y armonizando nuestra legislación al derecho internacional del trabajo.
Si Clara no avanza en ninguno de los temas que aquejan a los trabajadores y a los sindicatos del país, pasará como Lucho Garzón: sin pena, ni gloria y solo habrá servido para lo que le sirvió el Ministerio del Trabajo al Partido Liberal: para aumentar su clientela nacional.