Es tan fuerte un torbellino arrasador de la calma social, proveniente de opiniones negativas y contrarias al actual gobierno, qué las numerosas columnas de opinión se tuercen ante las fuerzas que genera, igualmente ante el peso de falsas expectativas conjuntadas con las mordaces suspicacias que muestran quienes así proceden, incluyendo la mía, pues todos al unísono reclamamos tener la razón que no poseen los mandatarios en ejercicio a partir de las distintas entidades que dirigen, principalmente por parte de un gobierno que se denomina distinto y se concentra en hacer cambios, la mayoría necesarios pero muchos otros cosméticos y sin ningún sentido diferente a meter los dedos en heridas podridas y en señalar viejos clanes familiares enquistados en las instituciones del Estado.
Estamos frente a un tire y afloje constante, enraizado en variadas exageraciones sobre cualquier tipo de consideración, algunas entendibles pero la mayoría inexplicables e insustentables, en cuanto provienen de ciudadanos que han sido testigos, como lo somos todos los colombianos, de unas añejas costumbres arraigadas hasta los tuétanos a unas manidas corrupciones en todos los niveles de estas sociedades en proceso de descomposición ética y moral, conducidas hasta extremismos que facilitan que no se puedan diferenciar los errores y fallas actuales al ser comparadas con respecto a las atrocidades anteriores.
Esto lleva a que se están igualando líos de niñeras con matanzas de personas inocentes por medio de bandas paramilitares o sicariales que han estado actuando desde hace mucho tiempo en contubernio con todo tipo de autoridades estatales, o sea ejército, policía, congreso y rama de justicia en general, se están haciendo notar las intenciones de emparejar influencias de tenebrosos narcotraficantes con las metidas de patas de familiares de funcionarios en ejercicio, se están igualando desfalcos monumentales contra el erario llevándolos al mismo nivel de licitaciones amañadas, evaluaciones equivocadas, cotizaciones torcidas o presupuestos mal hechos.
Todo lo anterior es repudiable pero diferenciables incluso vistos desde cualquier distancia, si no existieran premeditaciones, prevenciones o los odios que se exhiben como estandarte para querer plantear ser dueños de una verdad cuestionable, cuando se están argumentando sobre razones subjetivas, labor de demolición que vienen ejerciendo unos medios tradicionales de comunicación pero que hoy están casi todos en poder de los principales enemigos del actual mandatario, quedando entonces en manos de imberbes comunicadores la replica y la defensa frente a los inmisericordes ataques, además que el presidente no se ayuda, por el contrario se mantiene disparando a diestra y siniestra a través de sus redes sociales contra amigos y enemigos, enervando un ambiente de por sí de antemano polarizado por parte de una oposición que tiene a sus miembros surgidos o aliados de grupos de antisociales de todo tipo.