Julián Bohórquez, quien se ganó una beca hace ya casi dos años para ir a Moscú a perfeccionar técnicas de piano y composición musical, dio un recital el pasado jueves 28 de julio en la Casa de la Cultura de Chía en el que sin duda tocó admirablemente un selecto repertorio, aunque cabe señalar que cuando inició el recital con “Álbum para la Juventud” de Schumann el sonido del piano era opaco (no es un piano de concierto) y la acústica de la sala no es la más apropiada para dar recitales de esta altura.
Aun así, luego de haberse armonizado con este precioso instrumento moviendo sus grandes y ágiles manos por todo el teclado como si estuviese tocando un mullido objeto, logró transmitir la belleza del “Impromptu” Op. 90 Número 2 de Schubert, y así siguió haciéndolo con cada una de las piezas programadas hasta que terminó de tocar sublimemente el rondó del tercer movimiento de la Novena Sonata de Beethoven. Fue como si se hubiese transportado a otro mundo, al fabuloso mundo de Melos sintiendo la fuerza y el encanto que le dio el gran maestro de Bonn a esta sonata, tal como solía hacer en cada una de sus composiciones en las que mostraba su alma y sus sentimientos más íntimos, para poder romper, quizá, con el período clásico.
Ahora bien , como hecho peculiar vale la pena señalar que a Julián le gusta dirigirse a la audiencia de manera didáctica antes de empezar a tocar una pieza (modalidad que ahora está muy en boga entre los más famosos pianistas que se presentan en el Concert Hall de Londres), y gracias a ello el público puede conocer algunas facetas desconocidas de los grandes compositores.
Así, antes de empezar a tocar el “Intermezzo” Número 4 de Luis A. Clavo, creo que muchos de los asistentes -yo me incluyo- no conocíamos su malhadado destino (murió solo, aislado y en el olvido en Aguas de Dios sin haber sido nunca leproso) y fue un compositor como se dice en francés “extra” (extraordinario) que estuvo a la misma altura de los grandes compositores latinoamericanos y europeos. En suma, Julián a esta gloria musical de Colombia le ha rendido un merecido homenaje y gracias a su nobleza y talento busca revivir su obra para poder rescatarla de las fauces del olvido.
Y cuando en seguida tocó “Las Estaciones”, conocida también como “Los Doces Meses del Año, de Tchaikovski” recitando primero en ruso y luego en español epígrafes de poetas como Pushkin y Mayakov.
Hay que señalar que Julián a finales de Setiembre tiene programado un concierto en Viena donde va a interpretar “Voces del Viento” de Germán Borda, otro destacado compositor colombiano quien allí reside.
Ojalá que logre realizar sus más sublimes aspiraciones. Sería algo maravilloso no solo para él y su familia sino también para Chía y Colombia que se corone de laureles y gloria.
Al finalizar el recital salí muy complacido y eufórico. Contemplé a Selene ( la diosa Luna) agradeciendo que Chía se haya vestido de gala y a la vez nos haya permitido que el toque mágico de Julián nos transportara a un mundo menos sórdido y violento, enseñándonos además, que en la vida no todo es color de rosa ni una eterna primera pero tampoco un insufrible valle de dolor y lágrimas .
Addendum: El pasado jueves 4 de agosto Julián dio otro recital en Bogotá en el Museo Nacional, Sala Teresa Cuervo, en el que mostró una vez más su admirable talento y el gran aprecio y admiración que siente por el maestro Luis A Calvo. Me asombró, lo confieso con mucha modestia, su virtuosismo y la manera como tocó los complicados, profundos y vigorosos acordes del Preludio Op. 3 Número 2 “Las Campanas de Moscú” de Rajmaninov (se requiere mucha técnica y sentimiento para tocarlo tan bien) en el que da la impresión que el gran compositor ruso haya querido igualar a Beethoven y Brahms.
Chapeau Julíán!, no cabe duda que tienes un futuro muy brillante y promisorio.