La llamada la recibió de la oficina de recursos humanos de la productora que trasmitía el programa que lo había hecho famoso, Sábados Felices. Era el 26 de octubre de 1994. El Topolino, Jorge Alfonso Zuloaga creyó que le iban a subir el sueldo. Pero no, las directivas de Caracol Televisión le tenían preparada una carta de renuncia a su contrato como empleado para convertirlo en trabajador independiente, aduciendo que su condición de pensionado le impedía continuar vinculado en la planta de la empresa. Zuloaga se asustó, pensó que podía quedar en la calle si lo echaban de Sábados Felices y firmó.
Zuloaga no solo era un humorista. Recién salido del colegio en los años 40, quiso ser periodista y empezó por recoger cables en una emisora. Hábil para escribir empezó a enviar colaboraciones de crónica roja al periódico. Cubrió el asesinato de Gaitán y el Bogotazo. De su audacia como reportero que lo llevaba a la morgue y a desenterrar de cualquier hueco a los ladrones más temidos resultó el apodo de Topolino y aunque hubiera podido entrar a El Espectador o El Tiempo, no se conformó con ser empírico y se matriculó en la Universidad de América.
En 1952 entró a trabajar a las sección judicial de El Espectador. La calle era lo suyo. Era reconocido como reportero rojo y se involucraba en los levantamientos de cadáveres y se atrevía a hacer hipótesis de los victimarios para que la policía agilizara las capturas. Sus crónicas trascendieron la prensa escrita y en radio Todelar le crearon un espacio propio: Contra el hampa.
Pero el humor, con su chispa y repentismo que hacia soltar la carcajada siempre estuvo presente. Fue en 1977 cuando Alfonso Lizarazo le ofreció un espacio de cinco minutos para echarse un buen cuento con tal éxito que terminó en el elenco de Sábados Felices. Caracol Televisión lo contrató como empleado de planta y el Topolino Zuloaga estuvo en más de mil capítulos de Sábados Felices donde escribía guiones, era realizador e incluso reemplezaba en la dirección a Alfonso Lizarazo cuanto éste se ausentaba.
De allí la sorpresa cuando fue citado a la oficina de personal. Zuloaga tenía entonces 72 años. Firmó las nuevas condiciones laborales con tal ingenuidad que nada cambió en su compromiso y los exigentes horarios de grabación que cumplió al pie de la letra durante los siguientes siete años. No había pensado en retirarse cuando el 30 de septiembre del año 2001 le llegó un empleado con una carta anunciando que el contrato estaba terminado.
A los 79 años, un pequeño ahorro y una pírrica pensión del Seguro Social, El Topolino se vio en una sin salida. Acudió a una asesoría jurídica que con optimismo le mostró una ruta ganadora. Empezó el largo recorrido de juzgados, tribunales, declaraciones, testigos, confrontaciones.
Demostró la continuidad en su trabajo como El Topolino en Sábados Felices sustentada con testimonios de compañeros de trabajo. Caracol televisión se defendió diciendo que la terminación del contrato había sido de común acuerdo y que siempre le habían cumplido con el pago de sus honorarios sin que mediara una relación laboral entre 1977 y el año 2001.
El Topolino sufrió una primera derrota judicial en 2008 cuando el juzgado cuarto laboral de Bogotá falló a favor de Caracol Televisión S.A. Zuloaga apeló y el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá le dio la razón obligando a Caracol reconocerle más de $ 49 millones por concepto de cesantías, prima de servicios y vacaciones. Sin embargo El Topolino no quedó contento y su defensa llevó el caso a la Corte Suprema de Justicia.
Los magistrados encontraron que una vez finiquitado el contrato laboral, al actor le habían mantenido las mismas obligaciones, horarios, condiciones, lugares y fechas de grabación, además de la exclusividad que se le exige a cualquier empleado de tiempo completo.
Después de diez años de pleito El Topolino ganó la batalla y la Corte obligó a Caracol Televisión reconocerle $200 millones, una suma más que merecida luego de haber hecho reír a varias generaciones de colombianos en el show de humor Sábados Felices.
