No soy un tonto, sé que ningún futbolista en la historia de este país ha tenido la importancia, la incidencia que tuvo James Rodríguez en el mundial de Brasil. Seis goles en un mundial, los mismos que hizo Lineker en México, los de Paolo Rossi en España, una hazaña sin precedentes. Sabiendo y reconociendo lo anterior quiero decir que James Rodríguez no le da ni por los tobillos a Faustino Asprilla, en el hipotético caso de que ambos estuvieran compitiendo y con la plenitud física en 100%.
Asprilla era un monstruo. Bolillo Gómez fue su mentor. Cuando estaba en el Cúcuta Deportivo en sus primeros años era torpe pero con una velocidad endiablada. Se parecía mucho a otro vallecaucano que supo pasar por la frontera dos años antes: Albeiro Usuriaga. Lo mejor que le pudo pasar al Tino fue haber sido contratado por Atlético Nacional y que en la temporada 1991, con apenas 21 años, Bolillo puliera la joya y la dejara reluciente para el campeonato en donde se proyectó internacionalmente: El Preolimipico de Asunción.
En estos momentos no se podría entender la importancia de un preolimpico pero hace 30 años en un país sediento de logros deportivos, intentar clasificar a unos juegos Olímpicos paralizaba a Colombia. El equipo lo dirigió el Bolillo y, aunque no logró el campeonato, si consiguió la clasificación a Barcelona 92. El goleador fue Iván René Valenciano y el Tino el mejor jugador del torneo.
El gran momento de Asprilla fue en el Parma, un equipo de media tabla para abajo que supo ser grande con Asprilla y jugadores como Thomas Brolin o Gianfranco Zola. Un gol suyo le quitó el invicto mítico del Milan de Fabio Capello. En el Parma se convirtió, en 1993, en uno de los cinco mejores jugadores del mundo. No hizo los goles de Duvan o Muriel pero siempre fueron decisivos. Sus goles valían campeonatos y entre más dura era la plaza mejor salía la corrida.
Si, fue indisciplinado, falló en el momento en el que estaba a punto de explotar, pero qué calidad tenía, en Champions y en Europa en general es el colombiano, después de Falcao, en tener más importancia. Lo del Tino es sinceramente maravilloso y si, podemos perdonarle sus excesos, pero ¡qué crack era!
