La hora tenía que llegar…Y llegó.
Los farsantes de la JEP, sedicentes magistrados de la Nación para la paz, quedaron al descubierto.
Tuvieron cuatro meses para dilucidar el terrible problema de si la Corte de Nueva York pedía a Santrich por hechos ocurridos antes o después del 16 de diciembre de 2016, y al vencimiento de ese larguísimo término para resolver asunto que se examina en media hora, se desmontaron de la cabalgadura pidiendo pruebas al Fiscal y pruebas, ¡vaya cinismo! a los Estados Unidos.
Santrich no será extraditado. Lo sabíamos.
Quedamos en vergüenza ante los Estados Unidos y el mundo entero. Como lo temíamos.
Probado quedó, por enésima y última vez, que todo esto de la paz es una farsa. Como tenía que suceder.
A los que se llaman amigos de la paz y a los que honradamente saben lo que nos pasa con este embuste, van estas reflexiones elementales y contundentes.
Por la paz debía acabarse para siempre el problema del narcotráfico, como lo dijo el pésimo actor de la farsa, Juan Manuel Santos. Pasados seis años del montaje, tenemos más coca sembrada que nunca en la Historia de esta tragedia. Padecemos la peor deforestación que registra el mundo en sus bosques nativos. Sufrimos la destrucción implacable de nuestros ríos, convertidos en lodazales inmundos. El consumo interno de cocaína y bazuco ha llegado a tamaño insoportable. Todos los municipios de Colombia admiten como su problema principal las llamadas ollas del narcotráfico. La violencia sigue apoderada del país. Los desplazamientos humanos son los más graves del mundo, exceptuando los de Siria y Venezuela. Los reclutamientos de niños por las bandas armadas están a la orden del día. El contrabando que se nutre de los capitales de la droga tiene en jaque-mate la industria manufacturera. Con todo y la devaluación que se ha registrado en la última semana, tenemos la moneda más fuerte que se conoce.
¿En qué ha cambiado la historia trágica de Colombia en estos seis años en que un truhan con ganas de Premio Nobel montó el tinglado de la farsa?
Pues en nada. No tenemos el valor de reconocerlo y lo que es más grave, el nuevo Gobierno no se decide a enfrentar el primero y mayor de los problemas nacionales. Seguimos agotando nuestra paciencia en espera de un plan integral contra el narcotráfico. Y mientras tanto… Mientras tanto volamos en átomos.
La Justicia Especial para la Paz
es una de las más ridículas instituciones
que toleramos como decorado de esta mala comedia
La Justicia Especial para la Paz es una de las más ridículas instituciones que toleramos como decorado de esta mala comedia. Para darle gusto a las Farc, que de eso se trata, se convino un Tribunal que les perteneciera por entero, con magistrados elegidos por ellos, o por sus representantes, un quinteto con mayoría extranjera –vaya colonialismo vergonzoso- integrado por un representante de la ETA española, otro de Sendero Luminoso del Perú y un tercero de los montoneros argentinos. Completaron el quinteto una farmaceuta comunista –el colmo- y un magistrado comunista de la Corte Suprema de Justicia. Y los elegidos cuestan una millonada en el país donde muchos niños mueren de hambre, no hay escuelas, ni hospitales ni vías. Y estos tales magistrados se ponen toga y birrete, y tienen audiencia en la radio amiga y amplio presupuesto de la nación quebrada. Y como su tarea es proteger la mafia, pues ya empezaron. Santrich es una pequeña parte del entramado grotesco. Porque venían estos próceres de citar a los cabecilla de las Farc, no para juzgarlos, sino para que cuenten la verdad de sus crímenes. Como les de la gana. Sin quien contrainterrogue ni contradiga. Que digan lo que se les antoje y ahí está la verdad. ¿No era lo que queríamos?
No nos quedó más remedio que estallar en carcajadas cuando se presentaron ante la JEP estos bandidos, usando el conducto de sus apoderados y mediante escrito de cuya autenticidad no hay la menor prueba. Linda manera de concurrir ante los jueces estos matones, narcos, violadores, terroristas propietarios de quienes los citan. A la distancia, en escrito que nadie verifica ni conoce, diciendo cualquier cosa y ya quedaron presentados. Ya se sometieron a la Ley. Ya son muy buenas personas. El arrepentimiento es pleno y sincero.
Para que los dichos de estos bandidos no tengan controversia; para que los comunistas dejen establecido que toda la violencia corre por cuenta y responsabilidad del Estado y la burguesía explotadora; para que los niños colombianos tengan por catequista al Padre de Roux y a sus compinches, quieren ahora que les nombren el responsable de guardar y exponer la memoria histórica del país. La guerra en Colombia, fue culpa de nosotros, las víctimas. Para probarlo, la memoria histórica. Y para consumar la prueba, la JEP.
El tinglado de la farsa está completo y listo para la función.
Hasta cuándo, hasta cuándo Catilina?