Hace un tiempo, la Revista Semana publicaba en su portada una caricatura del presidente Duque y el “timonazo” que le estaba dando a la dirección de la gestión pública y estatal. Bueno, pues esta vez ha sido el turno del sindicado de los profesores.
A decir verdad, no sabría decir cuál fue el verdadero motivo de un giro tan inesperado, pero parece ser que se cansaron de las múltiples arremetidas en su contra por cuenta de sus errores, y que son ya varios: su adhesión a un Comité Nacional del Paro de dudosa legitimidad, las negociaciones sin salida con el gobierno gracias a un pliego de peticiones desmedido, el video de su ejecutivo Nelson Alarcón con afirmaciones de grueso calibre, y ahora las declaraciones de la ministra de Educación y su arremetida contra el sindicato.
Su respuesta fue demorada y tardía, típico de organizaciones altamente burocratizadas como los modernos sindicatos, pero parece que ha valido la pena. El pasado fin de semana estuvo circulando un video en el que explicaban sus motivos para no volver a clases presenciales aún, y con, lo que en mi opinión, son reclamos sustentados, legítimos y válidos en medio de una pandemia. Parece ser que han decidido pararse en la arena, recuperarse del knock-out y plantarle pelea al gobierno, que ha dominado de lejos la situación. O bien, como lo advirtió Alarcón, ya se están enfilando para las elecciones del 2022.
Todo apunta a que la gota que rebozó la copa fueron las amenazas de la ministra Angulo sobre no pagar los salarios a los profesores que no atiendan a la presencialidad, y claro, nada les duele más que sus bolsillos. A eso sí salieron a responderle al gobierno con campaña de comunicaciones, numerales y todo lo demás. Algo que nunca había visto hacer a un sindicato en Colombia.
Y en efecto, parece ser que han asestado un buen garrotazo al ministerio y secretarías de educación que siguen sin enterarse por dónde van las cosas. En todo caso, habrá que esperar para ver si fue un golpe de suerte de la federación de docentes, o si el Ministerio de Educación, sin querer, despertó a un monstruo, y de paso a lo que puede ser su peor pesadilla: uno de los sindicatos más grandes del país, dispuesto a invertir en campañas de redes sociales en su contra.