Duele que se pierdan tantas vidas en un atentado cobarde y miserable, duele que cadetes, jóvenes e indefensos, fueran atacados de una manera tan vil. Duele que se pierda tan solo una vida, porque significa la muerte de un ser humano y de un hermano colombiano. Duele de igual manera, observar como en un momento que debería ser de unidad frente al terrorismo, sin importar su procedencia, muchos aprovechan para mover una agenda política que pretende generar miedo y odio hacia el que se encuentra en una posición ideológica contraria.
Esto solo agudiza una polarización que nos ha convertido en una sociedad de rencores, en la cual al que piensa distinto se le insulta y agrede, pero no se dialoga con este. El odio y extremismo nos ha convertido, junto con el conflicto armado, en un pueblo insensible hacia el dolor ajeno y egoísta, en el que cada individuo se mueve por sus propios intereses. No sirve a largo plazo ningún acuerdo de paz, si los odios al interior de nuestra nación se siguen exacerbando y nuestras posiciones se radicalizan, esto solo nos acerca a la violencia.
Hay que entender que la paz no puede ser construida si no cambiamos primero nuestra manera de pensar, para ser abiertos frente a la posición del otro, ser tolerantes con el que piensa distinto. Todos somos colombianos y somos seres humanos, no una ideología política y como hermanos de una misma nación debemos repudiar este acto y condenar a los responsables. Tenemos que entender que el terrorismo no tiene cara, ni partido, ni religión, el terrorismo es odio y debemos combatir el odio con unidad. Solo de esta manera podremos evitar que se nos escape nuevamente la paz.