La esencia del capitalismo rentista, que se sustenta con el pensamiento que el alemán Wilhelm Röpke denominó “neoliberalismo” y cuyos principales protagonistas son los fondos de inversión, es prestarle plata al Estado, al que, quitándole el banco central, dejaron sin el principal instrumento de las finanzas públicas. Con ello, el organismo quedó amarrado a los préstamos que obtiene por el canal del mercado de capitales y con el vehículo de la colocación de papeles de renta fija que compran los especuladores internacionales del dinero o agiotistas del mundo.
Después de la mala experiencias de 1928 y durante medio siglo, los rentistas han gestado los mecanismos de protección de su negocio, incluyendo el control del Estado que lograron en 1980, para lo cual crearon, y opera con mucha potencia, la más aberrante y degenerada arma para mantener el sometimiento del órgano público a los intereses del capital financiero internacional, debilitando la soberanía y destruyendo la magnificencia del antaño más poderoso instrumento de conducción de la economía. Estas armas son las calificadoras de riesgo. Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, las tres con sede en Estados Unidos, son las más importantes calificadoras de riesgo que le brindan señales y alertas a los especuladores, que ahora les llaman inversores, para que sepan en qué Estado colocan su capital con mayor seguridad y mejor rentabilidad.
La política fiscal se ha convertido ahora simplemente en una operación de deuda, deuda y deuda con un mecanismo donde los Estados se mantienen abriendo huecos para tapar los huecos anteriores. Es una esclavitud de los ministros de finanzas de alimentar el presupuesto público mediante la colocación de papeles de deuda pública en los mercados de capitales, lo que significa el sometimiento del órgano público a las condiciones que imponen los agiotistas que someten y obligan a adoptar políticas para su conveniencia, deteriorando la otrora soberanía del Estado, aún a costa del sacrificio de su propio pueblo. El instrumento de presión y chantaje es la calificación del riesgo que imparten las calificadoras, con lo cual amenazan al país para obligar a que los gobiernos adopten las medidas que aseguren el pago cumplido de la deuda pública, como las reformas tributarias, so pena de que, si no adoptan las medidas fiscales, le bajan la calificación al país creándole dificultades para la consecución de nuevos préstamos futuros mediante la colocación de papeles de deuda en los mercados de capitales.
Es un chantaje terrorista, arbitrario y descarado de las calificadoras para, bajo una supuesta neutralidad técnica, proteger las mismas empresas que las sostienen y alimentan como son los fondos de inversión, sin importarles las condiciones socioeconómicas internas que afronta el mismo país, destruyendo así el papel sociológico natural del Estado, que desde sus orígenes por allá en el esclavismo y hasta el Estado moderno que en Colombia se mantuvo hasta 1991, siempre fue el órgano social idóneo para brindar protección y propiciar las mejores condiciones de vida a la población nacional.
Vivimos hoy la privatización del Estado mismo, que sufre del sometimiento a las condiciones del mercado financiero y que se dedica únicamente facilitar el buen negocio para los prestamistas internacionales mediante un modelo fiscal que se aleja no solo de los fundamentos del Estado, sino también de la esencia del sistema económico que la ley de la naturaleza creó instintivamente como instrumento para suministrar los medios de subsistencia a la especie humana, pero que mediante el modelo neoliberal permite que se ejerza el terrorismo de las calificadoras de riesgo.