Una de las casas del convento de las religiosas adoratrices quedaba en la Candelaria; allí, en 1.999, vivían varias monjas que principalmente cumplían obras sociales con drogadictas y prostitutas del barrio Santa Fe, zona de tolerancia en el centro de Bogotá.
Por aquellos días, a mediados de noviembre, ocurrió la desaparición de la monja Luz Amparo Granada Bedoya, a quien dos días después encontraron muerta con un disparo en la cien, desmembrada, quemada y embalada entre cajas de cartón.
Meses después, la Fiscalía acusó del crimen a otra religiosa, Leticia López Manrique, una mujer de 46 años y con más de 30 de vida religiosa, compañera de cuarto de la muerta, a quien algunas pruebas débiles incriminaron. En 2002 la hermana Leticia fue condenada a 14 años por el homicidio. Pero el caso llegó hasta la Corte Suprema de Justicia, y a comienzos de 2004 la absolvió por considerar que la religiosa fue condenada basados en suposiciones y no con pruebas contundentes.
En los documentos que acompañaron el proceso, como las declaraciones de las implicadas y los testigos, salieron varias cosas a la luz pública que pusieron en evidencia lo que pasaba al interior de la congregación.
La monja acusada del crimen delató ante la justicia que sor Amparo fue asesinada y ella fue incriminada por haber denunciado varios hechos que ocurrían dentro del convento, entre ellos, casos de lesbianismo entre las monjas y entre las religiosas con las prostitutas del barrio Santa Fe que atendían como obra social. También la monja contó que dentro del convento había noches de orgías en las que participaban hasta sacerdotes que llegaban de visita a la casa de la Candelaria.
Detrás del caso también está la extraña desaparición y muerte de 21 prostitutas del barrio Santa Fe que la hermana Amparo había denunciado ante la Defensoría del Pueblo, dentro de una sistemática limpieza social, que las autoridades negaron en su momento y que nunca reconocieron.
Ninguna de sindicaciones que la hermana acusada del crimen, quien fue liberada en 2004 e indemnizada por el Estado, dijo en la Fiscalía, llegaron a buen término. Las acusaciones de lesbianismo en la comunidad, corrupción y limpieza social no fueron investigadas y lo único que quedó de todo fue el asesinato de la monja Luz Amparo, el cual con la libertad de sor Leticia, quedó en la más injusta impunidad.