El Hospital Militar Central, localizado en el barrio Chapinero Alto de Bogotá, con una amplia extensión que va de calle 47 en el costado sur a la calle 51 en el costado norte, encerrado entre la Avenida Circunvalar y la Transversal Tercera, ha tenido una regresión temporal. Semeja a los grandes castillos o a las pequeñas ciudades europeas del medioevo, rodeadas y protegidas por altas murallas, dividiendo implícitamente el adentro y el afuera, la preocupación del bienestar interior en contraste a la desidia y el abandono para con el exterior.
En los confines del Hospital Militar Central brillan las estrellas de su directora, la mayor general Clara Esperanza Galvis Díaz, mientras en el exterior deambulan apagados habitantes de calle. Linderos afuera, invadiendo el espacio público, se establecieron parqueaderos de motos, sitios de reparación de muebles, ventas varias informales... pero eso no es todo, los andenes difícilmente son transitables y más bien están llenos de peligros para cualquier transeúnte por los desechos de obras inconclusas y el consabido y sistemático parqueo de automotores. Los muros exteriores del feudo se encuentran grafiteados en lo amplio y ancho de su extensión, además de visiblemente deteriorados a consecuencia de la falta de atención por décadas. Lo más indignante, sitios específicos producen náuseas, como lo es el basurero y literalmente la letrina pública en que se ha convertido la esquina de la calle 47 con Transversal Tercera.
A todo esto se suma el mal estado de las vías, llenas de huecos y la alta velocidad a la que se mueven los vehículos que transitan por este corredor de la carrera quinta. La precariedad, en general, es tal y tan visible que hasta quienes hacen guardia a la institución estoicamente soportan el paso de días y noches, guarecidos en deterioradas e inadecuadas garitas.
Acongoja observar pacientemente cómo se deteriora lentamente otra área más en la ciudad. Cabe preguntarse: ¿no corresponde a la ínsula del Hospital Militar Central establecer una relación ejemplar y de compromiso con la comunidad que la rodea?, ¿será posible que los vecinos que habitamos el sector veamos a la señora directora recorriendo los perímetros de su territorio?
El medioevo históricamente quedó atrás, en apariencia vivimos en el siglo XXI, pero irónicamente las prácticas de indiferencia son las mismas.
