Frente a los últimos debates presidenciales en Antioquia y Barranquilla quedó en el aire un tufillo de incertidumbre y desconcierto en el que parece todavía improbable predecir quién será el próximo mandatario de todos los colombianos. Las encuestas han puesto a Duque y Petro a la cabeza de todas las mediciones posibles, Fajardo y Vargas parecen descontarles ventaja a sus contrincantes con el paso de los días, y a su vez De la Calle y el resto parecen tener probabilidades casi remotas de aspirar a ocupar el máximo cargo del poder ejecutivo en el país. Algunos candidatos como Juan Carlos Pinzón y Piedad Córdoba han desistido de sus aspiraciones políticas, el primero para adherirse a la campaña de Vargas, y la segunda por motivos personales. En fin, según los ánimos y los números, todo apunta a que habrá segunda vuelta presidencial y que la contienda augura la expresión de todo tipo de amores y odios.
Quiero hacer un sucinto análisis de los debates más relevantes de las últimas semanas. En el debate de Teleantioquia y Semana los candidatos estuvieron bastante serios y formales, allí nadie peló el cobre y ningún candidato sobrepasó el tiempo de asignación de los turnos. Las respuestas fueron mesuradas y juiciosas. Por el contrario, en el debate organizado por TeleCaribe y El Heraldo, la cosa se puso mucho más interesante: rostros sudorosos, voces con vigor, réplicas con brío, ademanes rudos y abucheos de la multitud. En este último estuvo el liberal Humberto de la Calle, paladín del proceso de paz, que consiguió darle cierto nivel de sensatez y sabiduría senil al encuentro político.
En cuanto a las actitudes en los debates, en la extrema derecha está Iván Duque, abanderado del Centro democrático, con propuestas sugestivas respecto a la llamada economía naranja y la administración de empresas, no obstante, parece un muñeco de marketing leyendo un telepronter, asemeja un Pinocho fabricado por Geppetto carente de la naturalidad y el carisma tan indispensables en cualquier joven político. Sus planes respecto a las cortes, el congreso y los derechos de las minorías han causado polémica y no han caído bien en la opinión pública. Al otro lado del ring, en la extrema izquierda, está Gustavo Petro, quien al igual que Vargas Lleras, posee la personalidad carismática que inspira en el auditorio la efervescencia social y la excitación de emociones viscerales con sus propuestas por acabar la pobreza y la desigualdad social, a pesar de que su talón de Aquiles sean sus aires de líder mesiánico y su simpatía por “el castrochavismo”.
Y los señores del centro. El bonachón y guapo Sergio Fajardo, adalid de la coalición de centroizquierda, con buenas ideas y claras posibilidades electorales, apenas tengo que decir que ha desilusionado inmensamente en los debates televisados, para nadie es un secreto que su enfoque se basa en la educación y la lucha contra la corrupción, sin embargo, se le ha visto tatareto, inseguro, con unos gestos blandengues y un tono de voz quebrado e “increíble” para un profesor tan competente como él. En última instancia, encontramos al fortachón Germán Vargas Lleras, un político con carácter fuerte y un vozarrón “seco”, con formidable experiencia en el sector público y en la política tradicional colombiana, sus debilidades están por el lado de los vínculos de corrupción y dinero sucio en su partido y el continuismo con las políticas de Santos (las familias ricas de este país), heredero de la “mermelada”, la rosca y el chanchullo político ha provocado que incluso la congresista Claudia López le haya calificado de “hampón” en días recientes.
Y eso que todavía quedan un par de semanas para saber quién será el próximo presidente de la República de Colombia. Los ánimos están caldeados. La temperatura sube y se empiezan a sacar los chiritos al sol. La gente especula sobre uno u otro. Las plazas de las ciudades se abarrotan por las campañas y el marketing electoral. Los medios saturan día y noche los noticieros y las redes sociales con noticias e intimidades de los candidatos. ¿Qué dijeron? ¿Qué comieron? ¿Dónde estuvieron? ¿Qué hicieron? “Ola ke ase” ¿Pagaron sus deudas? ¿Los vigilaban en sus alcobas? ¿Entonaron vallenatos con Poncho Zuleta? ¿Les sudó la axila? ¿Tienen especialización en Harvard? ¿Fueron a cagar o a tirarse un pedo en Bloomberg? Etc., etc. Por el momento, amanecerá y veremos qué pasará con la señorita Colombia y su siguiente gobernante oficial.