Al principio creí que teletrabajo era sinónimo de libertad. Imaginaba la alegría, estar con mis hijos, manejar mis tiempos. Una semana después del encierro puedo decir que es una mierda absoluta. Ahora no tengo una limitación clara entre mi trabajo y mi vida privada, me llaman todo el tiempo, se extreman las reuniones con 20 personas. Soy madre soltera, trabajo en una ONG y, a veces, me tocan reuniones con 20 personas a la vez. Es una locura porque duro horas frente a la pantalla escuchando discursos interminables y sosos de superiores míos que, al parecer, solo convocan esas reuniones para demostrar que a la distancia él es el que manda.
Claro que no ayuda a la salud mental estar pendiente del computador. Mi empleada no viene a cuidarme mis dos hijas, así que tengo que estar pendiente de ellas, lo cual ha convertido este encierro en una verdadera pesadilla. Tengo que cocinar, cuidarlas. La mayor tiene cinco, la otra tres, soy madre soltera. En el trabajo nunca me puedo excusar porque tengo que atender mi vida familiar, como si en esta crisis yo no pudiera tener una vida propia. Sí, no es tan bueno quedarse en casa en estas condiciones laborales.
Y lo peor es que nuestros jefes creen que tenemos que estar muy agradecidos con ellos porque tenemos trabajo y otros no. Una falacia, ahora, con este teletrabajo, encontraron la manera de explotarme sin restricciones. Mis días arrancan a las 5 de la mañana, a las 6 recibo la primera llamada, a las 12 de la noche la última. Me imagino que mis jefes no tienen vida propia, debe ser que hace mucho rato no ven una película, leen un libro y creerán, en su impostura, que Netflix es basura para mentes subdesarrolladas pero no, se equivocan, yo no quiero que la cuarentena se lleve mi vida y espero poder trabajar hasta el viernes y que sábado y domingo no me toque una infumable reunión de cinco horas en donde solo escucho a 20 personas hablando a la vez mientras mis niñas lloran y piden atención.
Si, para muchos el teletrabajo se nos está convirtiendo en una tortura absoluta.