La belleza de Bilardo radica en su sinceridad. De entrada uno tiene que aceptar lo que es, un resultadista al que lo único que le interesa es ganar. A veces incluso recurriendo al juego sucio, al bidón de agua lleno de laxante con el que intoxicó al temible lateral brasilero Branco en el Mundial de Italia 1990 cuando, contra todo pronóstico, eliminaron al Brasil con esta jugada de Diego –que tenía el tobillo hinchado, como un balón- y la definición de Caniggia que todavía gritan los argentinos:
Argentina jugaba horrible. Como hacía cuatro años, cuando convirtieron a Bilardo en enemigo público, nadie creía en él. Argentina venía de buscar el lirismo con Menotti, un versero que se ganó un mundial con la siniestra sombra de la dictadura detrás. Bilardo era sincero. Bilardo era el principal discípulo de Oswaldo Juan Zubeldía, creador junto a Ricardo de León de la Zona, tal vez la última revolución del fútbol, que hoy aplican con todo su rigor entrenadores como Jurgen Klopp. Bilardo era más que echarle mentol en los ojos a los rivales, como contaba el Pecoso Castro que lo hacía en Cali, era trabajo y era jugársela con futbolistas. Fue él quien se inventó a Maradona, quien le dio el brazalete de capitán cuando todos desconfiaban de él después de su accidentado paso por Barcelona. Y al final derrotó a la Alemania de Beckenbauer 3-2. Sacó lo mejor de Maradona. Más que cualquier técnico. Pero en Italia el equipo se arrastraba, había envejecido y aún así, a punta de táctica, eliminó por penales a Italia, la selección anfitriona y máxima favorita.
Pero antes de que todo esto sucediera fue técnico del Cali. Un visionario directivo, de esos que ya no hay, como Alex Gorayeb, se la jugó por el argentino. Él fue quien impuso la disciplina a los jugadores, quien profesionalizó a cracks como la Mosca Caicedo o Diego Edison Umaña. En 1978, cuando nuestro futbol todavía estaba en pañales, logró lo impensado: llevar al Deportivo Cali a una final continental.
Sus resultados fueron tan buenos que la Federación Colombiana de futbol lo convence para ser DT de la selección. Bilardo cometió varios errores, uno de ellos es que, poco antes de la clasificación a España 82, juega un partido en el Maracaná contra el Atletico Mineiro que entonces era poderosísimo. Colombia perdió 6-0. Sicológicamente el grupo se reventó. Bilardo aprendió una lección que después, con Argentina, la cumpliría a rajatabla: no jugar con equipos poderosos antes de afrontar un torneo. Además, nunca jugar con clubes ya armados cuando tienen selecciones en donde sus figuras apenas se están conociendo. Bilardo cumplió una mala eliminatoria y lo terminaron echando. Cuatro años después saldría campeón del Mundo.
Bilardo aprendió las lecciones, nosotros no.
Para los amantes del fútbol les recomendamos la miniserie documental de Bilardo que en este momento se acaba de estrenar en HBO