La alocución presidencial sobre el tema de la Crisis en la Justicia dio la impresión que es un decálogo de buenas intenciones. Allí se prometieron muchas cosas pero se concretan pocas por no decir ninguna. Y, lo peor, es que el tema del magistrado Jorge Pretelt quedó relegado o postergado hasta tanto no se cree el Tribunal de Aforados.
El doctor Yesid Reyes, ministro de Justicia, de manera osada pidió la semana pasada la renuncia del magistrado Pretelt y, en ese momento, se creyó que era vocero de una iniciativa presidencial, que su propuesta representaba al gobierno, pero después de las palabras de Santos parece que no fue así.
Da la impresión o que el presidente se “patraseó” y ya no insiste en la renuncia del magistrado, lo que no sería raro en él, o que eso fue una acción espontánea de un ministro nada político y un tanto ingenuo.
Otra cosa son las espuelas de un Néstor Humberto Martínez, quien en esta ocasión parece ser la voz cantante en las propuestas para remediar la crisis del sector justicia. Para el pomposo ministro de la Presidencia, el caso Pretelt no es el tema a resolver en esta coyuntura. Eso tendrá que esperar porque ahora hay que hacer otros anuncios que, como muchos más, no se concretan nunca pero servirán para sobreaguar una crisis.
Casi parecería que esta vez el Presidente, homologando su discurso de la época del Paro Agrario, salió a decir “El tal Pretelt no existe” y con una jugada de prestidigitador, movió la bolita a otro campo y nadie sabe dónde fue a parar el asunto.
Pero independientemente de que se vaya o se quede un magistrado corrupto, lo que se oyó al presidente, muy leal a su estilacho de siempre fueron verbos conjugados en futuro, nada de presente y mucho menos de pasado. Todo el tiempo habló de “Vamos a…”: Vamos a crear el tribunal de aforados, vamos a autorregularnos, vamos a quitarle la función nominadora a las Cortes, vamos a acabar el Consejo de la Judicatura, vamos a romper en vínculo de justicia y política.
Santos es el presidente del pasado mañana. Nos recuerda la consigna gavirista “Bienvenidos al Futuro” que llenó de esperanza este país y terminó siendo una frase vacía, con una constitución que en muchos de sus aspectos ya es letra muerta.
Extraño que en la intervención presidencial nada sea para ya, ni siquiera el tal decreto de autorregulación inspirado en una propuesta de la Corporación Excelencia en la Justicia. Eso hubiera sido fácil, podría haberlo firmado frente a las cámaras y darlo como un hecho cumplido. En cambio apenas lo anunció, como hizo con un pocotón de ideas vagas sobre cómo recuperarle su dignidad a la Justicia.
Pero lo que ha pasado con las denuncias de corrupción en la Corte Constitucional son cosas muy graves que no dan espera. Hay que tomar medidas ya, en presente, no más promesas que nunca se concretarán, no más proyectos de ley para crear o suprimir tribunales. La justicia no puede seguir en entredicho hasta que se hagan realidad tantas bellas promesas.
Ya salió “oportunamente” del país la esposa del magistrado. Al muy estilo uribista se ausentó antes de que la llamaran a indagatoria por las tierras del Urabá. Pero eso tampoco se va a resolver hasta que no se concreten las promesas presidenciales. Es decir, ¡nunca!
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