El CNE quiere poner a Petro contra las cuerdas, pero dice que no es a él al que investiga; que es a la campaña que lo hizo presidente. El CNE sabe que no tiene facultades para investigar a un presidente, pero se sacude y dice que no es a Petro presidente al que investiga; que es a Petro candidato. Es en ese mundo mágico de Narnia en el que actúa el CNE; un mundo en el que una zanahoria puede saber a coles y un candidato ya inexistente puede ser sancionado para que sea el presidente en que se transformó el que asuma la pena.
El CNE está empeñado en no quedarse por fuera del abanico de lacayos de la derecha oligárquica que, mientras esta calla, rebusca ingredientes para avanzar en el tantas veces denunciado golpe blando. A este órgano no le importa que para ingresar a tan nefando club tenga que pisotear la legalidad burguesa, aquella que señala que al presidente solo lo puede investigar la Comisión de Acusaciones de la Cámara.
Lamentablemente, el CNE actúa con el aval de la inescrupulosa Sala de Consulta del Consejo de Estado, lo cual evidencia lo extendido que está el propósito de sacar a Petro de la Casa de Nariño. O si no que lo digan, por ejemplo, las fuerzas de oposición en el Congreso, empeñadas en impedir que los proyectos de cambio puedan convertirse en leyes. O que lo digan las Cortes, por ejemplo, que no tienen empacho en vulnerar la voluntad del electorado, sabiamente defendida por organismos internacionales. O que lo digan, por ejemplo, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo y la pasada Fiscalía, convertidas en cabezas de playa contra el Gobierno del cambio.
El problema para los golpistas es que con respecto a Petro los cogió la noche, y han tenido que optar por una meta menos próxima, cual es la de continuar el golpe blando, pero ya no contra él, sino golpeándole con saña el respaldo de que goza entre quienes acogieron sus propuestas de cambio y desestimando en estos la posibilidad de un nuevo triunfo en los próximos comicios.
Sí, el golpe blando existe, y es en este caso el peor que puede haber: el que se le está infligiendo al pueblo mismo para hacerle abortar su propósito de transformación social y sumirlo en la desesperanza. ¿Podrá salir ileso? Por supuesto que sí. Sobre todo si salda las fisuras existentes en su dirigencia y se aplica a construir el torrente de unidad que se requiere para superar los resultados electorales del 2022 y garantizarse unos más efectivos cambios a partir de allí.