El 23 de febrero de 1992 el estado El Campín presenciaría una de las mayores goleadas de la historia del fútbol colombiano. El clásico capitalino, repleto de estrellas tanto en la cancha como en el banquillo, quedó perplejo con los siete goles que ese día le metió Santa Fe a Millonarios. Cauto con las palabras y el silbato, Óscar Julián Ruiz se estrenaba como árbitro profesional. No podía haber tenido un mejor comienzo.
Su carrera estuvo llena de éxitos, y se consagró como uno de los mejores árbitros del plantea. Sin embargo, con el asenso llegó el poder y el control sobre los árbitros, el mismo que hoy lo tiene en el ojo del huracán.
Los primeros señalamientos en su contra comenzaron en su contra: en enero del 2012 el árbitro Germán Mauricio Sánchez le contó al Diario MIO que alguna vez que dos años antes se había quedado a dormir en la casa de Ruiz. "En su casa había tres habitaciones. En una de ellas se quedó mi compañero de trabajo, en la otra había una cama desarmada, y en la alcoba principal estaba él (Ruiz). Me dijo que durmiera tranquilo. A la madrugada, se comenzó a arrimar, a cogerme, y yo lo retiré. Eso fue lo que sucedió”. Sánchez fue retirado de su cargo por situaciones de convivencia, meses después de denunciar, y Ruiz contrademandó por injuria y calumnia. Pero el asunto se quedó ahí. Las investigaciones no prosperaron y Ruiz demostró su influencia en un mundo en el que él era el rey. Nadie iba a contradecir al mejor árbitro del país, aquel que había estado en dos mundiales y dirigido tres finales de la Copa Libertadores y una de la Copa América.
El caso lo conocieron todos los poderosos dirigentes deportivos del país: Luis Bedoya, por aquel entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol; Alberto Ferrer, miembro de la Comisión Arbitral; Iván Novela, exgerente de la Dimayor y Álvaro González, presidente de la Difútbol. Aunque de dientes para afuera Ruiz tuvo que enfrentarse a los dirigentes —incluso González, hoy duramente cuestionado por el veto al fútbol femenino, aseguró que el "homosexualismo era una enfermedad"— la realidad es que Ruiz los convenció que todo era una mentira. A Germán Mauricio González lo tuvieron sentado durante 50 minutos escuchando su caso, pero sus denuncias no lograron salir de la Federación.
Óscar Julián Ruiz siempre ha manejado los señalamientos con serenidad. No se altera cuando lo insultan o lo señalan de corrupto. El 31 de octubre de 2007 en un partido entre el Junior y América, pitó un dudoso penal a favor del equipo escarlata que le terminó dando la victoria y la clasificación. El Pibe, quien era entrenador del Junior, se salió de sus casillas y le mostró un billete de 50.000 dando a entender que estaba comprado. Ruiz nunca perdió la compostura y lo expulsó del partido. Precisamente, ese mismo temple le ha ayudado para enfrentar las denuncias en su contra; sin embargo, ahora no solo es Germán Mauricio Sánchez quien lo señala de acoso sexual y laboral.
La vocería de las nuevas denuncias contra Ruiz la tomó Harold Perilla en nombre de sus colegas Javier Reina, Julián Mejía y Carlos Sánchez. Desde 2007, Perilla había sido presuntamente víctima de tocamientos e insinuaciones de relaciones sexuales a cambio de triunfar en el arbitraje. Paraba cada acción y cada palabra siempre con la presión de denunciarlo, aunque tenía claro que nunca iba a ceder. Además, sabía que pronunciarse implicaba un aumento en el acoso laboral y las solicitudes de sobornos para participar de encuentros futbolísticos.
El acoso sexual había empezado “con insinuaciones, siempre quería tener contacto físico, acercarse a tocarme el cuello, la oreja, a decirme cosas morbosas (…) que probara algo nuevo, que él había probado y le había gustado y que él tenía todo el poder para llevarme lejos. El más exagerado fue cuando decidió tocarme los testículos y la cola”.
Pero RuÍz, que es abogado de profesión, no fue el único que tuvo que ver con Harold. El experimentando árbitro Imer Machado casi siempre le tocaba los testículos y la cola al igual que Ruiz y hasta desprestigiaba sus acciones y logros, según narró. Harold siempre se resistía a responder hasta que presentó las quejas ante la Comisión Técnica, pero nunca se tomaron mayores acciones contra el casanareño.
Carlos Chávez también contó que compartía distintos escenarios con Óscar Julián Ruíz, primero como árbitro y después al ser asesor de la Federación Colombiana de Fútbol hasta el año pasado. La primera vez que se sintió acosado fue al terminar el partido Centauros-Equidad, cuando al salir de las duchas Ruiz le tocó la cola y le dijo “este paga impuesto esta noche”, frente a otros colegas que estaban en el lugar. Sin titubear Carlos se enojó para frenar otros hechos parecidos.
Durante las declaraciones de los antiguos árbitros, apareció una “persona” anónima “muy influyente en el arbitraje colombiano” que fue denunciada por Julián Mejía. Estaban en la sala con esa ‘persona’ en una final de una Champions. “Finalizó el partido y cuando estábamos hablando comenzó a montarme la pierna, tocarme la cara y tuve una reacción. Después de eso empezaron las represalias, me dejó de hablar”. Hubo duros controles de la Comisión Técnica y largos periodos sin poder arbitrar.