No puede ser más patética la actuación de las dirigencias de Coalición Colombia y Colombia Humana en el presente debate electoral. Pese al clamor de miles de jóvenes motivados por los resultados de las elecciones del 11 de marzo —quienes suscribieron un documento solicitándole a los candidatos De la Calle, Fajardo y Petro superar los obstáculos y alcanzar un acuerdo de coalición para presentarse con una propuesta de unidad el 27 de mayo que les permitiera ganar las elecciones en primera vuelta— y seguidores de las propuestas que representarían el cambio y la ruptura con el actual sistema político contaminado por los escándalos de corrupción y vínculos con organizaciones al margen de la ley y el paramilitarismo, los candidatos escogieron profundizar la división, facilitando el camino a la derecha para hacerse al control del Estado.
Pero no solo se conforman con llegar divididos a la primera vuelta, sino que ahora vergonzosamente se enfrascan en un debate mediático en las redes sociales, descalificándose y agrediéndose verbalmente, en una actitud que conduce a radicalizar las posiciones de las diferentes fuerzas, involucrando en el debate a sus seguidores, entrando en un peligroso juego de apasionamientos, señalamientos y acusaciones mutuas, que puede conducir a situaciones con consecuencias más graves.
La historia de la izquierda en Colombia siempre ha estado enmarcada por su exclusión del espectro político tradicional por las élites que ostentan el poder, estigmatizándola o asociándola con las organizaciones guerrilleras. Por eso es paradójico que en periodos, como el actual, de su crecimiento político así como de los sectores democráticos, obteniendo resultados electorales importantes con una representación significativa en el Congreso de la República, que les permitirá asumir una oposición seria y ejercer un control político acorde con sus posiciones políticas, el egocentrismo y el individualismo lleven al fracaso de cualquier esfuerzo para alcanzar un acuerdo que les permita presentarse unidos a una campaña presidencial, con posibilidades reales de alcanzar el poder.
La debilidad histórica de la izquierda y de los sectores independientes se explica en parte por la debilidad de nuestro sistema democrático, que no le brinda garantías reales para el ejercicio de su actividad proselitista, pero también por el poco compromiso para deponer los intereses individualistas, el sectarismo político, y el idealismo ideológico para construir acuerdos de unidad. No fue suficiente poner fin al conflicto armado con las Farc, a través del dialogo, para entender que mediante el diálogo se puede construir una propuesta que nos conduzca por el camino del entendimiento, aun en la diferencia, con un claro propósito de entregarle al país una alternativa de gobierno, que rompa con las costumbres corruptas y clientelistas de la clase política tradicional actual y conducir al país por el camino, de la paz, la reconciliación, la equidad y el bienestar social.
No hay explicación para entender por qué Petro, De la Calle y Fajardo le niegan al país la oportunidad de una alternativa diferente, ¿prevaleció el egocentrismo y el individualismo sobre el interés de toda una nación? Se va a volver a repetir la historia nefasta de la izquierda y sectores democráticos en años anteriores; perder una nueva oportunidad de hacerse con unas elecciones presidenciales, siendo inferiores al momento histórico que vivimos; mientras que los partidos tradicionales sobreviven y se mantienen en el poder gracias a la mermelada y la repartición burocrática del poder.
A las dirigencias y a los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la República, tanto de la Coalición Colombia y Colombia Humana, les queda una gran responsabilidad política con el país y sus seguidores, más si en las elecciones del 27 de mayo el desenlace en los resultados es favorable a la derecha, dejando por fuera a las fuerzas alternativas y permitiendo el paso de los candidatos de la derecha a la segunda vuelta presidencial.