El arco comprendido entre el último cuarto del siglo XVIII cuando se forja la élite de la Ilustración y los finales del siglo XX, constituye los alcances y límites del relato El sueño de la historia, del escritor chileno Jorge Edwards, publicado en el año 2000.
Un intelectual vuelve a Chile en la agonía de la dictadura de Pinochet. Temeroso alquila un apartamento donde encuentra fichas, archivos, notas, sobre una investigación histórica de finales del siglo XVIII, en un rincón del mundo como es la Capitanía de Chile, al sur del Virreinato del Perú.
Constreñidos en el ámbito de la monarquía española, a finales del siglo en el que se gestó la revolución francesa, los criollos comenzaron a comprender el anacronismo de España.
En Santiago, las ideas de la Ilustración conmueven. El intelectual se hunde en el mundo colonial -autoridad y obediencia- en el catolicismo contrarreformado. Y allí encuentra al arquitecto Joaquín Toesca, constructor del Palacio de la Moneda, a finales del Siglo XVIII y bombardeado el 11 de septiembre de 1973.
Joaquín Toesa al llegar a la Capitanea de Chile se enamora de Manuela Fernández de Rebolledo y Pando. Sólo que la joven no comparte con el arquitecto los sentimientos amorosos y a pesar de ello es llevada al matrimonio.
Pero ella “saltaba como una gata por ventanas paredes y tejados para dar pábulo a sus deseos libidinosos” Y a partir de ello Manuela Fernández es llevada por orden del arzobispo al convento de las Agustinas porque intenta envenenar al arquitecto. Joaquín Toesca recupera el honor perdido cuando Manuela es encerrada bajo el amparo de las monjas, más pronto ella congraciada con las autoridades del convento sale de su reclusión para desfogar sus pasiones con un negro. Entonces “el cornudo más prominente de la provincia de Chile” se reúne con el arzobispo y llevan el caso a la Inquisición.
Es enviada a un lugar lejano pero con el paso de los años volverá Manuela a Santiago, para mantener el matrimonio de conveniencia, pues Joaquín Toesca vive con otra mujer. Manuela adquiere fama de “puta”.
Por las rendijas de la sólida monarquía augustal, bajo el manto del catolicismo, que esparce el aroma de pobreza y obediencia se cuelan las ideas que el imperio español ha ocultado a sus súbditos. Se sueña en un mundo distinto: “¿Por qué la ciencia no se implementa en la provincia, más acá del imperio, haciendo añicos las instituciones del pasado? ¿Por qué no repartir las tierras entre quienes las trabajan y decretar la libertad de comercio y dar al traste con el monopolio del imperio, que es una estafa, un robo a mano armada? Habría que repartir las tierras de la corona y de los curas mas no las de los criollos”.
El 18 de septiembre de 1810 hubo cabildo abierto. Napoleón Bonaparte depuso a Fernando VII, los súbditos de Chile no estaban dispuestos a someterse al orden burgués. Pero el imperio reaccionó y, de Valparaíso fueron enviados los intelectuales a la isla de Juan Fernández. Aunque a la larga triunfó la República pero se fusiló a Manuel Rodríguez, el guerrillero que avivó la resistencia frente a España. La República planteó “un nuevo orden del mundo” el cual se asentó en los edificios erigidos por Joaquín Toesca que pronto alojaron los símbolos de la República.
El hijo del intelectual es arrestado por salir a la manifestación del Primero de Mayo. Al joven se le persigue por el ideario comunista de sus padres y es detenido. Las protestas y manifestaciones son cuestiones graves, pues ponen en juego el “orden público”. A pesar de todo el joven consigue el pasaporte para salir del país. Sin embargo, aparece un legajo de papeles y de antecedentes políticos. Además, los sabuesos no pierden la preocupación porque el intelectual “dedicado a preparar sus incesantes trabajos, algunos de sus intervenciones en seminarios y mesas redondas, algunos de sus informes especiales”. Por ello tendrá un detective que lo husmea.
En ese mundo enrarecido de toque de queda, persecución a los simpatizantes rojos, crece el inconformismo, se arma la protesta de las cacerolas. Desde las cocinas el golpe de ollas concluye en: “El plebiscito del año 88, de agosto de 1988, para ser precisos. El toque de queda llegó a su fin, el silencio desapareció y no se escuchan las carreras, ni los altos, ni las sirenas, ni los tiros a la distancia”.
¿Qué tanto permanece a través del tiempo ese mundo que no gusta de la libertad?